"Son una
basura. He sido un iluso en dedicar mi tiempo en ellos.
En vez de trabajar,
como mi hermano el herrero en un oficio
práctico y de frutos concretos,
me he dedicado a
forjar durante largos años mis poemas,
que son vagos
como mariposas.
Mis tontos
sueños me han llevado a la miseria y al final mi obra !nada vale!".
Pobre poeta.
Lloraba, no con los ojos, sino con su corazón.
Lloraba el
poema de su pena.
Entonces la rosa
del florero,
compadecida le habló:
-"No esperes que
otros digan que eres grande para serlo", dijo-.
"Debes serlo, dentro de tí,
aunque otros lo ignoren.
Si tienes
dentro de tí la felicidad, ¿Qué más da que otros no lo sepan?"
-"No me
comprendes amada y delicada flor -contestó
envenecido el poeta soñador-.
Tú has nacido
para durar un solo día; yo, en cambio,
he nacido para
hacerme inmortal...".
-"También las
rosas del poema marchitarán" -le aclaró la rosa,
tratando de convencerlo de
su terquedad.
Solo
detendrá su perfume el corazón. ¿Cuando dura el amor?
¿Cuánto dura una
estrella?, ¿Cuanto dura una lágrima?
¿Y un sueño cuánto dura? No importa la
edad de las cosas.
Sólo importa
su esencia perdurable...
-"Perdona, rosa
amada, si te ofendí -dijo el poeta en tono suave-.
Pero...
!Comprendeme! !Me siento poca cosa! !No soy
nadie, más que
un iluso! He vivido un sueno engañoso.
O tal vez, las
rosas del soneto de mi amor han marchitado...".
La rosa terminó
diciendo:
-"Si tu eres Juán, seguirás siendo.
Juán aunque
otros digan otro nombre o confundan el tuyo.
Debes de ser
tú en todo momento.
El sol brilla,
aunque
nadie lo mire; la virtud refulge, aunque algunos la
ignoren.
Así, la
belleza existe aunque nadie la llegue a reconocer.
Como la
solitaria flor del desierto: quizá nadie la logre mirar,
pero ella
surgirá esplendorosa y bella de todas maneras.
"Nunca esperes
que el premio de la vida, venga de otra parte,
sino desde
dentro de tí mismo".