MUDARSE: UN DESORDEN SALUDABLE - EL RINCON DE LA VERDADERA AMISTAD

Yo no soy de guardar cosas innecesarias. Sin embago, mis dos mudanzas la primera, de mi hogar familiar, fue traumática. Lloraba todos los días, sobre todo, a la hora de la cena pues recordaba que a esa hora nos reuníamos todo en casa, para conversar con nuestros padres. Eran momentos alegres, maravillosos, con mucha bulla jajajja pues todos queríamos hablar primero y porque adoraba el servicio de mi casa en forma de caracol. Nunca lo he olvidado. En mi nuevo hogar solo éramos él y yo, y mi esposo era médico, teníamos turnos distintos y mi casa era tan grande como la de mis padres y permanecia en silecio y paz. Una vez asumí que ese sería mi hogar, donde nacerían mis hijos ya fue otra cosa. Además que me enamoré de la vista exterior. Al frente tenía al mar y sobre el mar se posaba , preciosa la luna llena que era la que más me gustaba ver y el balcón de mi residencia era el punto de encuentro entre mis tres vecina y hasta ahora mis mejores amigas. Yo adoraba mi hogar pero él gobierno decidió que ese lugar sería un paseo turistico hasta la calzada de amador y nos hicieron salir a las cinco famlias. Me tomó como un año el aceptar que ya no tendría esas noches de luna llena y que mi pequeño paraíso ya no estaría más. Ahora Dios me ha premiado con una casa que parece una finquita dentro de la ciudad donde estoy rodeada de vegetación y de muchos animales nativos y eso me hace feliz.. En cuanto a las cosas materiales, no soy muy apegada y siempre miro los cambios como una oportunidad para renacer, como algo bueno para renovarnos y tomar nuevos propósitos como familia.