A pesar de la
apariencia frágil y delicada de las palmeras, la naturaleza tan especial que
poseen en sus troncos es tan sorprendentemente flexible y resistente que son
capaces de soportar fuertes vientos, huracanes y todo tipo de inclemencias de la
naturaleza, es sorprendente la manera en que a pesar de haber sido azotadas y
perder todo su follaje, no se quiebran, no se las lleva el viento, no las
arrastra el agua, sino que se mantienen ahí plantadas.
En la vida cristiana pasa algo similar, quiero hacer
alusión especial a las mujeres, esa parte delicada de la humanidad, que también
es conocida como el famoso “sexo débil”, bien pudiéramos compararnos con una
palmera, debido a nuestra naturaleza, ya que somos delicadas, frágiles,
sensibles, algunas mas que otras, debo decir, pero todas poseemos esas
cualidades.
En algunas ocasiones, a pesar de ser portadoras de dichas
cualidades, nos toca enfrentarnos a situaciones difíciles, cosas fuera de
nuestro alcance, problemas o dificultades que no distinguen género, tormentas y
vientos que nos azotan y nos lastiman, a todas nos toca en algún momento pasar
por ello, son simplemente cosas inevitables, pero que al mismo tiempo algo traen
de madurez a nuestra vida.
Tal vez en estos momentos puedas estar en medio de una ola
de problemas, puedes estar sufriendo los azotes de esos vientos fuertes que no
sabes ni en que momento llegaron, puedes sentir como la fuerza de el viento te
mueve de un lado a otro y tus hojas caen, pero hoy debes saber algo, tu eres una
palmera, tu tronco lo sostiene Dios, estas plantada bajo su cuidado y por muchas
situaciones que se levanten y quieran arrancarte, no te moverán de donde
estas.
A todas nos toca pasar por situaciones difíciles, mismas
que a veces no podemos comprender en el momento, pero a pesar de ello siempre
hay un propósito, algo nuevo que aprender, algo que si Dios ha permitido que
pases es por que también permitirá que aprendas, que te renueves, que madures,
que cuando pase todo esa ola de vientos y tempestad veas que puedes seguir de
pie y te des cuenta que en Él eres fuerte por que es Él quien te sostiene, que
todo tu follaje saldrá de nuevo y serás otra vez esa palmera que el sol caliente
y la brisa acaricia.
Como palmeras florecen los justos; como
cedros del Líbano crecen. Plantados en la casa del Señor florecen en los atrios
de nuestro Dios. Aún en su vejez, darán fruto; siempre estarán vigorosos y
lozanos, para proclamar: El señor es justo, Él es mi roca, y en Él no hay
injusticia.
Salmos 92: 12 al 15
(NVI)
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