Dos amigos se pusieron como penitencia subir al cerro más alto de la región, con los zapatos llenos de frijoles. Cuando iban por la mitad del trayecto, el primero que iba caminando muy adolorido, vio que el otro subía tranquilo y sin ninguna dificultad. Entonces le pregunto:
-"Hombre, ¿a ti no te lastiman los zapatos llenos de frijoles?" Y el otro le contesta: "No, porque ¡yo meti los frijoles cocinados!".