Cuando el atronador sonido del silencio, retumba en tus cansados oídos, la niebla baja firme reposando en el suelo, haciendo que pases de puntillas, olvidando tu anterior paso fuerte y seguro.
Es ahí donde llega en toda su plenitud, no es un silencio cómplice, ni un silencio de mirada segura, es un silencio propietario de abatimiento y soledad.
Duele el sabor de los silencios obvios, pues aunque gritados dejándote el alma en la negación de la realidad, es tan existente, que ni la duda le hace cara.
En el sonido necio de un gran pisotón al amor, no deja ningún vació debajo de el, no deja hueco a la esperanza, es simplemente un silencio de adiós disfrazado de cortesía meticulosa, o una pesada carga que “arrastramos” por no saber decir, ya no me haces falta.
No hay sol en la calle, ni rayo de luz dónde pueda cobijarme, solo la sombra de un debilucho perro hace las veces de mi compañía y con él muero por que a él se le va la vida. No me gustan los silencios, tan injustos e inhumanos, tan cobardes que jamás se despiden, simplemente se quedan.
El dejar desolación a su paso, dejar lagrimas o desamparo, se vuelve tan común, que ya ni siquiera pensamos que con nuestro silencio llegamos ha hacer daño, tanto que difícilmente se puede describir con palabras, solo el paso del tiempo que cruel parece que retrasa minutos, hace que ese silencio se llene primero de susurros, de murmullos de voces, de gritos, antes odiaba la palabra adiós, la sigo odiando, mas… la palabra silencio…
Chissssttt silencio que la vida dormita en su cama de luna roja, entre sabanas de arena, en fría alcoba.
Chissssttt silencio que el amor esta cansado, de seguir los mismos pasos y encontrar muros a su paso, que solo el arrastrar de sus cadenas se escuche a su paso de largo, Chisssstttt silencio asfixiante con voz de madrugada.
Carmen