Entre ambas
orillas, el río de la vida: a veces está calmo, a veces turbulento; algunas
veces traicionero, otras profundo y barroso.
Es necesario
atravesarlo.
No soy Dios
ni pretendo jugar a Dios. Sólo Él puede llevarte con seguridad a la otra
orilla.
Pero sí
quiero ser el puente que haga más fácil tu trayecto.
Si tienes
miedo, pasa sobre mis hombros. Si no quieres correr riesgos, usa mis
hombros.
Si
encuentras que no conviene pasar solo, usa mis hombros. Si me balanceo, no
tengas miedo.
Dios me
colocó en tu camino para ayudarte a cruzar el río de la vida. No vaciles en
pisar solamente en mí. Y cuando estés por llegar, si quieres, recógeme. Pero si
me entiendes bien, déjame en donde estoy: otros pasarán por mí, como tu
pasaste.
Pero quiero
que continúes en tu caminar. Soy tu puente para muchas travesías de la vida. Si
me quieres, entonces, puedes llamarme amigo.
d/a