Con motivo de una una cena especial, una mujer se detuvo en una pequeña
carnicería para comprar carne.
Había decidido rellenar un pollo y asarlo, como plato principal.
Cuando le pidió al hombre de la carnicería que le diese el pollo
más grande que tuviese, este sacó del
compartimiento refrigerado el último pollo que tenía y lo colocó
sobre la balanza.
-Este pesa un kilo ochocientos, señora -le dijo.
La mujer pensó unos momentos y luego dijo:
-No estoy segura que alcance. ¿No tiene uno más grande?
El dependiente devolvió el pollo al compartimiento, simuló que buscaba
entre el hielo que se derretía y sacó el mismo pollo. Esta vez, mientras
lo pesaba en la balanza, aplicó disimuladamente un poco de presión con sus dedos.
-Ah, -dijo, con una sonrisa-, este pesa dos kilos setecientos.
La mujer frunció el ceño, y haciendo algunos cálculos mentales, dijo sonriente:
- No estoy muy segura. Mejor, ¡envuélvame los dos!
La verdad es un lazo, no una cinta elástica.
Proverbios 19:5 El testigo falso no quedará sin castigo, el que cuenta mentiras no escapará.
VALERIA
Creaciones La India
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