Las supersticiones constituyen una parte muy antigua de la herencia humana.
El hombre primitivo, al buscar explicaciones para fenómenos tales como el rayo, el trueno, los eclipses, el nacimiento y la muerte, y carente de conocimientos sobre las leyes de la naturaleza, desarrolló una herencia en los espíritus invisibles.
Con una existencia cotidiana llena de peligros y aventuras, llegó a la conclusión de que le mundo estaba poblado por unos espíritus vengativos que superaban en número a los benéficos. Por consiguiente, entre todas las creencias supersticiosas que hemos heredado tienen preponderancia los medios destinados a protegernos contra el mal.
El tema de las supersticiones es interesante puesto que son muchas las personas que caen en cualquier tipo de creencias o supersticiones sin saber su por qué ni su origen.
Napoleón temía a los gatos negros y Sócrates al mal de ojo. Julio César le aterrorizaban los sueños. Enrique V111 aseguraba que la brujería le había inducido a casarse con Ana Bolena.
Pedro el Grande experimentaba un terror patológico cuando tenía que cruzar puentes.
Las encuestas demuestran que , entre todas las supersticiones referentes a la mala suerte, la inquietud relacionada con el número trece es la que hoy en día afecta a más gente.
Los franceses, por ejemplo, nunca dan a las señas de una casa el número trece. En Italia, la lotería nacional lo omite. Las líneas aéreas internacionales saltan ese número en las filas de asientos de los aviones. En los Estados Unidos, los modernos rascacielos, comunidades de propietarios y edificios de apartamentos dan al piso que sigue al 12 el número 14.
Todo esto se remonta a la mitología nórdica en la era precristiana.
A un banquete en el Valhalla fueron invitados doce dioses, Loki, el espíritu de la pelea y del mal, se coló por las buenas, con lo que el número de los presentes llegó a trece.
En la lucha que se produjo para expulsar a Loki, Balder, el favorito de los dioses, encontró la muerte.
Esta es una de las primeras referencias escritas al infortunio relacionado con el número trece.
Desde Escandinavia, la superstición se difundió a través de Europa, en dirección Sur.
Al iniciarse la era cristiana, estaba ya bien establecida en los países mediterráneos. Entonces, aseguran los folcloristas, la crrencia fue
Notablemente reforzada, tal vez para siempre, por la cena más famosa de la historia: La última cena.
Cristo y sus apóstoles eran trece. Menos de veinticuatro horas después de esta cena, Cristo era crucificado.
Los mitólogos han considerado la leyenda nórdica como una prefiguración del banquete cristiano.
Trazan paralelos entre el traidor Judas y Loki, el espíritu de la contienda, y entre Balder , el dios favorito que resultó asesinado , y Cristo, que fue crucificado.
Lo indiscutible es que, desde principios de la era cristiana en adelante, invitar a cenar a trece personas significa buscar un desastre.
Como ocurre con todas las supersticiones, una vez sentada una creencia, la gente busca, conscientemente o no, acontecimientos que encajen con el pronóstico.
VALERIA-2012
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