Shahrzad
El Caballero Pendenciero era el señor
del País de la Noche, una tierra hermosa y alegre, como muchas otras.
Pero el caballero no era como los demás: era rudo, frío y silencioso.
Sólo sabía odiar.
Shahrzad era la princesa del País
de los Cuentos, un lugar donde se contaban miles de historias
sorprendentes e inolvidables. Shahrzad era una princesa viajera.
Recorría el mundo llevando alegría y bondad a todos los lugares que
visitaba. La princesa no sabía odiar.
En uno de sus viajes, Shahrzad se detuvo en el País
de la Noche. Bajó de su caballo a la orilla de un río, y en sus aguas
se dispuso a lavar su cabellera. El Caballero Pendenciero pasaba por
allí y la vio, sentada en la hierba, bajo el sol. Su corazón latió con
odio.
—¿Cómo se atreve a comportarse de ese modo? Ésta es mi tierra y éste es mi río. Aquí, hasta el brillo del sol me pertenece. ¡No voy a tolerarlo!
En un abrir y cerrar de ojos el caballero transformó a Shahrzad en un pequeño pájaro de piedra.
Feliz con su hechizo, llevó la estatua a su palacio, para que todos en la corte aprendieran la lección.
Era de noche. La luna brillaba en el cielo y el caballero se preparaba para dormir plácidamente.
Pero de pronto el pájaro de piedra abrió su pico y comenzó a relatar
un cuento. El Caballero Pendenciero no sabía que sus poderes no eran
suficientes para hechizar los labios de la princesa, y que las mágicas
historias que ella contaba eran más poderosas que cualquier embrujo.
Desde esa noche sólo pudo dormir si antes la princesa le contaba alguno
de sus cuentos.
Mil noches y mil relatos se sucedieron hasta que Shahrzad le contó la historia del caballero enamorado que rescató a su amada del eterno cautiverio y vivió feliz junto a ella para siempre.
El Caballero Pendenciero tuvo entonces una idea:
—Podría deshacer el hechizo, liberar a la princesa y ser feliz junto a ella como el caballero del cuento.
El día
de la boda de Shahrzad y el Caballero, los habitantes del País de la
Noche adornaron sus casas y lucieron vestidos nuevos. Cantaron,
bailaron y se divirtieron tanto que hasta los animales y las plantas se
unieron al festejo.
El Caballero Pendenciero era el señor del País de la Noche, la tierra más hermosa y alegre del mundo. Era un caballero amable y afectuoso. Sólo sabía amar.
Farideh Khalatbatee
Historias mágicas de Oriente – cuentos de Irán
Valencia, Brosquils edicions, 2005