Cada día ejercemos nuestro poder de persuasión. De forma más o menos ética, correcta o eficaz, tratamos de lograr el favor ajeno, de convencer a alguien de que esté de acuerdo con nosotros, de obtener una respuesta positiva por parte de un compañero. La persuasión también es la seducción en el lenguaje, el ponerse en el lugar del otro o establecer un mensaje, de forma que la persona a quien irá dirigido lo encaje bien y preste la atención que consideramos. Por ello, el éxito -social, laboral o personal- está estrechamente ligado al arte de la persuasión. Pero ojo, el buen arte, pues dichas capacidades son intrínsecas del ser humano, como la evolución lo ha demostrado. La madre persuade a su bebé, en un afán de protegerle; la mujer al hombre, buscando el beneficio común; o el jefe al empleado, para obtener un objetivo positivo. Así, ya sea en tu vida profesional o en la personal, son necesarias dotes de evaluación tanto propias como de situación. Ser consciente de cómo eres, de cómo te encuentras y de dónde te posicionas, así como tener un ojo puesto en tu entorno y en las personas que lo conforman, es la base para cualquier ejercicio de buena persuasión. Es verdad que existen personas con un poder persuasivo innato y natural, pero la gran mayoría de las personas necesitamos aprenderlo con el paso de los años y, sobre todo, gracias a nuestras experiencias pasadas. Son los errores y aciertos los que nos ayudan a configurar nuestra empatía y a saber distinguir si un mensaje es adecuado o no para una persona y en un momento concreto.
LA IMPORTANCIA DE LA EMPATÍA
Para el psicólogo laboral y consultor empresarial James Borg, la empatía y la sinceridad son claves a la hora de conseguir una persuasión positiva. La empatía supone así uno de los grandes pilares de la comunicación, ya que implica identificar y comprender los sentimientos e ideas ajenos. Por otro lado, la sinceridad -no a dosis extremas, cuidado - funciona como aval para lograr credibilidad y confianza. Pero vayamos por partes. Toda persuasión se basa en una correcta comunicación, pero, ¿en qué consiste? En palabras de Sebastiá Serrano, doctor en Lengüística por la Universidad de Barcelona: "El núcleo de una buena relación es, sin duda, la comunicación. Es importante a la hora de iniciarla, de asentarla, de mantenerla y también de deshacerla". Muchas relaciones se han ido al traste por una mala comunicación, pues se han ido deshilachando debido a un uso equívoco del lenguaje o, directamente, por una total ausencia de él. Ya se sabe que lo primero fue el verbo. Por ello, toda buena comunicación y, consecuentemente, toda correcta persuasión implica un buen uso del lenguaje verbal y no verbal. "Se trata de intentos de conexión emocional. Desde una sonrisa a una mirada, un acercamiento, un tono de voz positivo o unas palabras afectuosas. Con ellos, casi siempre se recibe una respuesta positiva", explica Serrano.