Hace mucho, mucho tiempo, Galicia también tuvo un personaje popular, fantástico, que sería el equivalente al Papá Noel o Santa Claus que importamos para las fiestas navideñas de las culturas del norte de Europa.
Este ser mítico, propio del folclore gallego, se llama O Apalpador. Es un gigante, de profesión carbonero, que por las fiestas de Navidad bajaba de las devesas de las montañas de O Courel y Os Ancares para visitar a los pequeños el último día del año, y dejarles como regalo unas castañas calientes.
Este singular Papá Noel, con sello de identidad gallego, fue rescatado del olvido por el investigador José André López González, que publicó en el año 2006, en la web del Portal Galego da Lingua, un trabajo sobre su existencia y las tradiciones y testimonios que todavía se conservaban en las tierras de la montaña lucense sobre el mítico y bonachón Apalpador.
La asociación cultural compostelana A Gentalha do Pichel acaba de editar un folleto con el objetivo de popularizar la figura de este personaje y promoverlo a la categoría de símbolo representativo de las fiestas de Navidad en Galicia.
El folleto, que puede verse en la página web de esta agrupación en Internet, incluye en su portada una ilustración que recrea la figura del fantástico carbonero, recreación salida de la imaginación del artista compostelano Leandro.
A Gentalha do Pichel aboga por rescatar esta figura autóctona como alternativa a Papá Noel y a los Reyes Magos y que sea un "honesto traballador, carboeiro, quen veña agora cos presentes para os nosos nenos", señalan.
La iniciativa también la apoya Adega, grupo ecologista que, en su publicación Por un Nadal máis verde, anima a recuperar este personaje tradicional y propio para estas fechas.
Según los testimonios recogidos por José André López, antaño a los niños de las montañas de O Courel y Os Ancares les contaban la historia del Apalpador, un ser de gran estatura, vestido con una casaca remendada, que fumaba en pipa y usaba boina. Durante el año vivía en las devesas, donde fabricaba carbón y se alimentaba de frutos silvestres y de lo que cazaba.
En la noche del 31 de diciembre, este ser bondadoso entraba en las casas y palpaba la barriga de los niños para comprobar si pasaban hambre o estaban bien alimentados. En caso de que los encontrase bien alimentados, les decía: "Así, así esteas todo o ano". Como regalo les dejaba a todos unas castañas asadas bien calentitas.