Esa mañana, Joaquín compró el periódico. “No sé por qué, dice, porque nunca lo hago. Algo me empujó a hacerlo. Tuve la misma sensación al abrir la página de cultura. Inmediatamente ví una noticia en la que aparecía un buen amigo de la facultad. Se había convertido en músico y daba un concierto esa misma noche.”
Nuestra vida se ve atravesada por esos pequeños momentos casi mágicos que nos empujan a hacer algo poco habitual en nosotros… Responder a ese llamamiento interior supone escuchar a la intuición. Según el Diccionario de la Real Academia, el fenómeno intuitivo es una “facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento.” Eso nos hace suponer que disponemos de un sistema de pensamiento que sigue procesos que huyen de la inteligencia racional.
Reconocimiento científico
¿Puede uno, por tanto, fiarse de su sexto sentido? No, responderías la mayoría de científicos. Surge de la nada, no pasa por ninguno de los cinco sentidos, la intuición no tiene para ellos ningún sentido. Sin embargo, algunos han realizados investigaciones acerca de este inquietante fenómeno. En 1998, dos célebres neurólogos, Antonio Damasio y Antonie Bechara, trabajando con las reacciones de nuestro sistema nervioso al tomar decisiones “arriesgadas”, se encontraron, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Iowa, en Estados Unidos, con una experiencia increíble. Dieciséis personas se enfrentaban a cuatro barajas de cartas. Cada uno recibió una apuesta de diez mil dólares. El juego incluía cartas ganadoras y perdedoras. Cuando un participante tiraba una carta ganadora, su sistema nervioso reaccionaba con normalidad. En cambio, se agitaba y reaccionaba enviando una “señal de alarma” cuando iba a destapar una “mala carta”. Como si su espíritu fuese capaz de “sentir” el avance de una carta buena o mala. Los dos neurólogos concluyeron que “este mecanismo inconsciente dirige el comportamiento y debe añadirse el reconocido razonamiento racional.” Desde entonces, la intuición se ha convertido en un verdadero tema de investigación. El director del Departamento de Psicología de la Universidad de Amsterdam, Dik Bierman, es explícito: “Nuestros experimentos muestran que nuestra mente es capaz de anticipar, de hacer un pequeño salto al futuro para advertirnos del peligro”.
Descodificar las señales
Carlos López, empresario, admite que la intuición forma parte de su trabajo diario. Siente un agudo dolor de espalda cuando ha tomado una “mala decisión”. Es una señal de alarma que le envía su cuerpo. Cada uno tiene su propio detector personal. Podemos “husmear” un peligro físicamente –con un nudo en el estómago, piel de gallina…-, sentir un rechazo o atracción inmediata hacia algo o alguien, “ver” una imagen o un símbolo…
La intuición es también reconocible por su carácter deslumbrante. Encontrar, de repente, la solución a un problema que te ha perseguido durante semanas es lógico. El cerebro ha escogido informaciones y, sin tú saberlo, ha llegado a una conclusión, Está, por tanto, respondiendo a una pregunta. Por intuición sería justamente al contrario: obtendríamos respuestas antes de plantearnos las preguntas.
Evitar los cebos
Fiel aliada para algunos, la intuición es una falsa ayuda para otros porque no siempre es de fiar. “Algunas intuiciones son erróneas, por lo general debido a que se han tomado los deseos como realidades”, explica la psicóloga Frances Vaughan. No es la intuición en sí la que se equivoca, sino la proyección que uno hace de una situación concreta. Deseos y proyecciones pueden torcer nuestras interpretaciones. “Mi madre tiene, generalmente, buenas intuiciones”, explica Julia, de 28 años, “excepto cuando se trata de novios. Todos le parecen inadecuados, porque está proyectado lo que querría para mí”. Otro obstáculo son los miedos: “La mayoría de ellos se basan en experiencias pasadas, explica la psicoterapeuta Catherine Balance. Los hemos integrado en nuestra mente y se ha convertido en creencias”. Nuestro sistema de pensamientos y valores se construyen en base a creencias inconscientes. Autoafirmaciones tales como “eso no se hace”, “el amor no es para mí” o “soy demasiado mayor para eso” limitan la interpretación de la información intuitiva. Por último, el entusiasmo tambor es un buen consejero, ya que puede provocar una agitación mental que no nos permita percibir claramente lo que nos dice la intuición. “Estaba muy emocionada con la idea de conseguir es puesto de trabajo. Durante la entrevista, interpreté los signos de cortesía como una confirmación de que había sido elegida para el puesto, dice Ana María. El resultado me hizo repensar cómo había ido todo. El entusiasmo nubló mis percepciones.”