¿Quién no ha temido alguna vez a los monstruos
de las habitaciones oscuras o que se esconden
debajo de la cama?
A partir de los dos años, la imaginación de los
niños está a todo vapor, de ahí que al jugar le
atribuyan características especiales a los objetos:
una olla es un casco, una caja un avión y el palo
de la escoba, un maravilloso corcel. Esta gran
capacidad imaginativa puede dar vida a los
famosos amigos imaginarios, pero también, a los
monstruos, brujas y espantos.
El temor a los monstruos y demás personajes
tenebrosos es una combinación de su amplia
imaginación, su instinto de supervivencia, su
incapacidad para distinguir la realidad de la
fantasía y la necesidad de sentirse seguro y
protegido.
Vale la pena reconocer que el temor no debe
verse como una debilidad, sino como una
respuesta normal de cualquier ser vivo ante un
inminente peligro. Al sentir miedo, el cerebro
prepara a los órganos del cuerpo para el ataque
o la huída y esta reacción instantánea puede
incluso salvarle la vida.
Por más ilógico o irracional que parezca el temor
de sus hijos a la oscuridad, las pesadillas o a los
monstruos, los padres de familia harán bien en
entender que este temor es un proceso natural
en el desarrollo de los niños al que deben
responder con grandes dosis de comprensión,
amor y apoyo para que puedan superarlo con
éxito. Lo mejor es escuchar atentamente la
explicación de por qué sienten miedo y ayudarles
poco a poco a disipar cada una de sus
preocupaciones.
Al verificar la fuente de sus miedos no hay que
pasar por alto que los padres violentos o
demasiado exigentes o enojados pueden crear
tensiones innecesarias en los niños que les
hagan imaginar monstruos o tener pesadillas.
Por su parte, la televisión, libros y narraciones
pueden ser materia prima para los personajes
imaginarios terroríficos. Es importante supervisar
lo que ven en la televisión, aún cuando se trate de
dibujos animados. Algunos programas presentan a
niños grandes que intimidan a los más pequeños y
éstos en la imaginación infantil pueden convertirse
en monstruos temibles. El lobo y la bruja de los
cuentos también cobran mayores dimensiones si
las imágenes son grotescas o quien narra la
historia hace demasiado énfasis en su ferocidad o
maldad. Los niños antes de los siete años no son
capaces de distinguir la realidad de la fantasía y
aunque les digamos que sólo es un cuento o un
programa de televisión, en su imaginación todo lo
que ven es real. Incluso lo que sueñan, para ellos,
es real; si sueñan con algún monstruo, al
despertar estarán seguros de que los monstruos
existen porque ellos se enfrentaron a uno.
Reafirmar que los monstruos no existen puede ir
convenciéndolos gradualmente, pero lo mejor es
darles herramientas para “combatirlos”. Encender
la luz para entrar a alguna habitación oscura,
abrazar a un muñeco de peluche, utilizar cortinas
livianas para que haya claridad en su habitación y
dejar la puerta abierta para dormir, son algunas
estrategias; incluso, ponerse un “traje protector
invisible contra monstruos” puede funcionar.
Sumergirse en su imaginación y encontrar juntos
la mejor manera de enfrentar sus miedos es la
mejor lección que se les puede dar. Lógicamente,
es contraproducente asustarlos deliberadamente o
amedrentarlos para obtener de ellos conductas
deseadas.
Los preescolares aún son dependientes de la
seguridad de su padres y qué mejor forma de
fortalecer su autoestima que saber que cuentan
con papás y mamás súper héroes
que les protegen de todos los
monstruos del universo.
Mónica Sulecio
Licenciada en Educación