¡Silencios que duelen!
Aquí estoy Dios: Otra vez sola, extraviada en el bosque de mi vida, descubriendo el sendero de mi propio silencio que duele. –Si, duele- como la piedra que arrastra la corriente por el río, golpeando la arena vacía, perdida, sin cauce, sin rumbo, sin destino.
Aquí estoy Dios: Sentada a la vera del camino, viendo cómo arrastra el viento, las hojas de los árboles, deshojándose el otoño en primavera, la sonrisa de mis labios a fin de estación.
Aquí, perdida en la loca fantasía de mis sueños; - pobre loca - ingenuamente pretenciosa, negándome a aceptar que: “Había una vez... "Me niego a renunciar a la esperanza".
No quiero ser pasado, ni paréntesis de vida. Soy más que “éso”, La promesa creadora de un delirio que llora a la añoranza su propio delirio, alzando las palmas al cielo, para tocar el sol… ¡El sol de su propia vejez con las manos!
No llores loca, los amores son; y nunca dejarán de existir en los registros akáshicos de la naturaleza. “Amor eres y amor das porque eres Amor”… ¿Y que duele el silencio del amor?... -SI; duele-; sin embargo es un dulce dolor que soba el alma, un bálsamo que alivia la nube salada de los ojos, purificando los suspiros que emite el corazón que sediento sucumbe, ante los gemidos ahogados de un: ¿Por qué?
Silencios que duelen, al sentir que el amor envejece, como envejece el sol en primavera y mis ojos lo ven glorioso al cerrar mis manos, aprisionando la luz que enciende la mirada que a oscuras, sólo siente correr los ríos de lágrimas que inundan la morada, de mi cielo azul en éste loco desvarío.
Cómo duelen sí; cuánto duelen, las tristes notas del violín que gime, en un grito desesperado, ese adiós triste, ese despedir de alas, crisálida del recuerdo que vuela sin retorno, como una flor libre, desencadenada, hacia los dinteles de este jardín secreto, ¡La Aurora de Luz Inmortal de mi alma!
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