Es más feliz que usted, seguro. Mucho más. Matthieu Ricard obtuvo una nota inalcanzable en un estudio sobre el cerebro realizado por la Universidad de Wisconsin (EEUU). Los especialistas en neurociencia afectiva le nombraron «el hombre más feliz de la Tierra». A sus 61 años, quien hoy es asesor personal del Dalai Lama tiene una vida digna de un guión de cine. Biólogo molecular, hijo de un filósofo ateo, dejó su carrera por abrazar al budismo.
Matthieu Ricard, el monje budista declarado el hombre más feliz del planeta tras un estudio neuronal de la universidad de Wisconsin (Estados Unidos), recordó en Chile que el amor “es lo único que siempre se dobla cada vez que inviertes”. Ricard aseguró que convertirse en monje fue lo más fácil de cambiar su profesión como biólogo molecular. Lo complicado fue cambiar su forma de vida.
“El hecho de que sea un monje no importa realmente. Eso no fue una decisión real de mi vida, ocurrió así. La verdadera decisión fue cambiar mi vida de París, de ser un aprendiz de científico, a vivir en el Himalaya, y esa decisión ocurrió tras conocer a grandes maestros”, comentó el francés.
Hijo de un filósofo y una pintora, desde niño estuvo rodeado de intelectuales, pensadores y artistas que circulaban con copas de vino por su casa parisina. “Me di cuenta de que no logré encontrar una correlación entre tener un talento particular y ser una buena persona.
Hay grandes seres humanos, y seres humanos más difíciles, pero no hay una correlación con lo que hacen. Que seas un artista excepcional no quiere decir que seas un ser humano excepcional”, señaló el autor de títulos como “El viaje hacia la Iluminación”.
Al conocer a los grandes maestros del budismo se dio cuenta de que para predicar la felicidad “no se puede ser sólo el mensajero, hay que ser también el mensaje”. Cambió el microscopio y las probetas por la meditación y el estudio, lo que lo convirtió en el único europeo que sabe tibetano clásico. Y afirma que a pesar de las condiciones externas “la felicidad está en la mente de cada uno”.
La clave para el rapado budista está en emular a los gatos: “Hay que construir recursos internos. Los gatos siempre caen sobre sus patas y nosotros tenemos que tener la seguridad de que cuando lleguen las adversidades sabremos sortearlas con nuestra fuerza interna. Tu mente puede ser tu mejor amiga o tu peor enemigo”.
Todo el dinero de las ventas de sus libros lo ha entregado a la caridad y aunque es consciente de que ver el sufrimiento de los demás es difícil, considera que no existe el exceso de compasión, pero sí “la fatiga de empatía”. “La compasión y la empatía funcionan de modos distintos. Hay que cambiar la empatía por amor puro y en ese momento cualquier átomo de tu cuerpo que pueda estar sufriendo se transforma en un átomo de amor y tu estado mental es completamente distinto”. Fuente imagen: EFE.