Qué no hacer con un problema
Una de las premisas más estimulantes para afrontar situaciones adversas es suponer que los
problemas no son un problema. Grandes en algunos casos, pequeños por lo general, los problemas son
simplemente desafíos inevitables que forman parte de nuestra vida diaria y que ocurren cuando lo que
deseamos no es lo que obtenemos.
Algo se rompe (pérdida). Un plan se desbarata por un imprevisto (sorpresa). Surge un malentendido
(confusión). No nos sentimos o no nos vemos tan bien como quisieramos(desilusión). Nos bloqueamos
o nos sentimos impotentes cuando tratamos de conseguir algo (frustración).
Ya sea que el problema resulte de la acción de un agente externo, de una circunstancia
casual, de
un error de cálculo o de una equivocación o travesura, los padres deben alentar al niño a abordar
cada problema como una oportunidad de aprendizaje de vida. El objetivo no es criar un hijo
que nunca hace
nada mal, o a quien nunca le sale nada mal, o intervenir siempre para solucionarle los problemas al niño.
La meta es criar un hijo capaz, con la disposición y la habilidad de superar obstáculos. Es muy raro que
un niño no resuelva un problema sin aprender algo que antes no sabía o no podía hacer. Todos los
problemas son maestros disfrazados. Y lo mejor de resolver un problema es que el proceso incluye
su propia recompensa: la sensación de realización y orgullo por haber resuelto
satisfactoriamente la situación
Con cada problema resuelto se conquista una cuota de capacidad que fortalece aún más
la autoestima.
Los padres pueden transmitir a sus hijos una visión más amplia de esta cuestión:
"Cada vez que abordes un desafío en la vida, sin darte por vencido ni salir corriendo, mejorarás
tu manejo de las situaciones y tu concepto de tí mismo".
Carl Pickhardt, Ph. D