El amor viajero
Es perfecto de principio a fin. La gente cuando viaja está más linda: dormir bien, hacer lo que te gusta, conocer gente, y estar menos acelerado hace que adquieras una templanza distinta a la diaria. El fondo de pantalla. Encontrarse con alguien en medio de un paisaje de ensueño hace que las lucecitas y sensibílismos se enciendan cual luciérnagas automáticas. Un beso con la Torre Eiffel de fondo, una playa paradisíaca y unos mates. Los escenarios pueden cambiar pero la sensación de levedad se despilfarra por los cuerpos y surge una necesidad impostergable de amar, amarse sin importar el realismo del sentimiento, amar sin reparos. En fin, entregarse a eso que surge como un impulso de felicidad en medio de la aventura.
Los amores en movimiento pueden durar un segundo, días, meses, años o (y este es el mejor de los casos) para toda la vida.