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No me digas lamentándote,
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¡la vida no es más que un sueño vano!
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Puesto que muerta está el alma que dormita
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y las cosas no son lo que parecen.
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¡La vida es real! ¡La vida es grave!
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y la tumba no es su meta.
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Polvo eres y en polvo te convertirás,
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no se refería al alma.
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Ni el goce, ni el pesar
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son a la postre nuestro destino;
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es actuar para que cada amanecer
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nos lleve mas lejos que hoy.
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El tiempo es breve y el arte es largo
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y nuestros corazones, aunque bravos y valerosos,
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todavía, al igual que tambores sordos,
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tocan marchas fúnebres hacia la sepultura.
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En el extenso campo de batalla de este mundo,
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en el campamento de la vida,
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¡no seas como buey mudo aguijado!
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¡ sino héroe en el conflicto!
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¡Desconfía del futuro por agradable que sea!
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Deja que el pasado muerto entierre a sus muertos.
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¡Actúa, actúa en el vivo presente
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el corazón firme y Dios guiándote!
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Las vidas de los grandes hombres nos recuerdan
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que podemos sublimar las nuestras,
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y al partir tras de sí dejan
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sus huellas en las arenas del tiempo.
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Huellas por las que quizás otro que navegue
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por el solemne océano de la vida,
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un hermano náufrago desolado,
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al verlas, vuelva a recobrar la esperanza.
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En pie y manos a la obra,
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con ánimo para afrontar cualquier destino.
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Logrando y persistiendo,
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aprendiendo así a trabajar y a esperar.
Henry Wadsworth Longfellow
EE UU 1807-1882
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HERMOSO MENSAJE, GRACIAS!!!
VALERIA |
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