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General: AMOR EN PARIS!!
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: ♥ SuaveQuel ♥  (Mensaje original) Enviado: 16/11/2015 00:45
 

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*Amor en Paris*

Abelardo nació en 1079 en Palais, Alta Bretaña, una aldea próxima a Nantes.

 Berengario, su padre, era una persona culta e ilustre que supo hacerse cargo

de la educación de su hijo y sus hermanos.

Siendo muy joven, Abelardo fue destinado a la carrera militar,

 que luego abandono por su pasión por el estudio.

 Cultivó todos los saberes de su tiempo, incluyendo la música y el canto.

Y fue por el estudio que renunció tanto a su herencia como

 a su primogenitura. Abelardo, inteligente y tolerante, fue paradójicamente

 asceta o sensual, según los vaivenes de su corazón.

A los 20 años, Abelardo se marchó a París, dedicándose a la filosofía.

 Estableció una escuela en la colina de Santa Genoveva y a la misma atrajo

 a una gran multitud de alumnos de los que mereció profundo respeto.

 Años mas tarde, sus obras De trinitate y su Introducción a la teología,

 despertarían grandes polémicas y serían condenadas por la Iglesia Romana.

Tuvo su primera escuela en Melun y en Corbeil para regresar a los 25 años

 a París en donde se entregó plenamente al debate filosófico.

 Abelardo se hizo discípulo de Anselmo para aprender teología.

 Luego comenzó a debatir con su maestro, al que venció en una

 discusión pública, quedándose así con todos sus discípulos.

 La soberbia de Abelardo despertó como consecuencia de su

 constancia en el estudio y su habilidad retórica.

Eloísa, era una bella joven de talento excepcional, sobrina de Fulberto,

 canónigo de París. Había nacido en 1101 y tenía entonces 17 años.

 Abelardo, que vivía en casa de Fulberto, sedujo a Elosía bajo el pretexto

 de cultivar su formación filósofica: “inflamado de amor, busque ocasión

de acercarme a Eloísa y en consecuencia, trace mi plan.”,

decía Abelardo en una epístola dirigida a uno de sus amigos.

Cuando Eloísa quedó embarazada, Aberlardo decidió raptarla

 para conducirla a Bretaña. Allí, dio a luz un niño en la casa de la

 hermana de su amante. Pero cuando Abelardo regresó a París,

 Fulberto lo esperaba para ejecutar su venganza: sus emisarios

 mutilarían sin mas al seductor de su sobrina.

Eloísa, sin otra alternativa, tomaría los hábitos en el convento

 de Argenteuil y Abelardo, ingresaría en el convento de Saint-Denis.

 Aunque éste, más adelante, abandonaría el claustro para dedicarse

 nuevamente a la enseñanza y al debate filosófico, aumentando su fama

 y con ella, la cantidad de seguidores y adversarios.

Abelardo, como consecuencia de sus ideas y discusiones teológicas,

fue rechazado por los monjes de Saint-Denis, por lo que se retiró

 a la diósesis de Troyes donde se comprometió con una vida austera y

rigurosa. Allí fundó el oratorio al Paracleto o Espíritu Santo Consolador,

 del que mas tarde Eloísa fuera abadesa.

Durante el Concilio de Sens, en 1140, San Bernando venció a Abelardo

 en una discusión pública. En consecuencia, fue condenado a

 cárcel perpetua (sentencia que luego fue conmutada por la

 clausura en un monasterio).

 Sin embargo, años después, el abad de Cluny, Pedro el Venerable,

 logró reconciliar a Bernardo y Abelardo.

Abelardo murió en la abadía de San Marcelo, en Chalons-sur-Saone,

 el 21 de abril de 1142. Tenía por entonces 63 años.

En sus últimos años, había abandonado sus ideas heréticas,

 rechazando el arrianismo y el sabelianismo. Eloísa, reclamó su cuerpo.

Eloísa murió en 1163, pero recién en 1808 los restos de ambos amantes

 fueron depositados juntos en el Museo de monumentos franceses de París.

 

Finalmente en 1817, ambos fueron depositados en una misma tumba,

 en el cementerio del Pere Lachaise, de la misma capital.

 En rigor, los arqueólogos cuestionan la autenticidad de los restos.

 Pero en el terreno de lo legendario, la ficción y la realidad se tejen

 en una verdad de fe, que vale simplemente por el romanticismo

 del relato que los que escuchas desean creer.. Abelardo y Eloísa,

 aunque abocados al debate filosófico el uno, o la vida monástica la otra,

 nunca dejaron de amarse apasionadamente, pensando sin más, el uno

 en el otro. No pudieron morir juntos, pero protagonizaron la terrible

 desdicha de un amor imposible que si bien no les dio la felicidad

de vivir uno cerca del otro, si les dio la de haberse sabido amados.

 

 


 

 

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