***
10 soldados
10 soldados van a la guerra con una flor en el fusil y la sonrisa en los labios.
10 soldados van a la guerra para defender, para defender... no se sabe qué.
La Reina, bien protegida tras las murallas de su castillo, les arenga: «¡Id y luchad hasta morir!».
Los 10 soldados van a la guerra por un camino de piedras.
El primero se llama Martín, es un gran soldado.
Avanza deprisa con paso firme y obliga a los demás a correr para poder seguirlo.
De repente, se tuerce el tobillo izquierdo al pisar una piedra.
Y los otros 9 soldados pueden, por fin, avanzar a su ritmo.
Ya no quedan más que 9.
Los 9 soldados van a la guerra atravesando prados llenos de flores.
Hace un precioso día de primavera.
El primero se llama Ginés.
Tiene una nariz enorme que le sirve para olfatear al enemigo, localizarlo y apresarlo.
Es alérgico y le entra el polen por la nariz.
La batalla es desigual.
Y Ginés se bate en retirada con los ojos rojos y la nariz goteando.
Ya no quedan más que 8.
Los 8 soldados entran en una granja.
Una enorme granja abandonada.
La comida humea todavía en los platos.
El primero se llama José, y es muy gordo.
Le encanta aplastar a los enemigos con su cuerpo.
José se come todo lo que encuentra en la cocina. Y engorda tanto que no puede salir por la puerta.
Ya no quedan más que 7.
Los 7 soldados van a la guerra un día soleado.
Hace calor. Todos están contentos y entre risas se empujan unos a otros.
Los dos primeros se llaman Lorenzo y Roberto.
Son inseparables.
En la batalla, Lorenzo pone la zancadilla a un enemigo, que cae sobre la bayoneta de Roberto.
¡Qué fatalidad!
Lorenzo y Roberto siguen avanzando, dan un traspié y se caen en un montón de estiércol.
Cuando se levantan, sus uniformes son de color oscuro como los del enemigo.
Y por miedo a que los confundan con él, vuelven al castillo.
Ya no quedan más que 5.
Los 5 soldados van a la guerra por caminos polvorientos.
Evitan los caminos pedregosos.
Rodean las granjas, no entran en las cocinas, no se acercan a los montones de estiércol, tampoco cruzan prados. Y procuran no respirar el polen…
El primero se llama Sebastián. Es un soldado muy distraído. Suele perder a sus prisioneros porque se va a coger setas...
Pero hoy no sabe siquiera por dónde tiene que ir. Y se pierde.
Ya no quedan más que 4.
Los 4 soldados van a la guerra muy juntos, como si tuvieran frío.
El primero se llama Rodolfo.
Es el más delicado de todos los soldados.
Amenaza al enemigo herido para que beba aguardiente y no sufra.
Hace tanto calor que él se bebe el resto de un trago.
Y se duerme profundamente.
Ya no quedan más que 3.
Los 3 soldados van a la guerra y avanzan como si fueran un ejército: en columna, en fila de 3, en punta de lanza.
El primero se llama Juan.
La cabeza le da vueltas por el calor, por el cansancio, por el miedo…
Juan da vueltas y vueltas como si bailase un vals, hasta que pierde la cabeza y se aleja del grupo.
No atiende a las voces de los otros soldados. Y desaparece en el bosque.
Ya no quedan más que 2.
Los 2 soldados van... yo no sé hacia dónde. No sé por qué.
2 simples soldados, temblorosos, bajo un sol de justicia.
El primero... Del primero, nunca supe el nombre.
Murió, nunca entendí cómo.
La guerra acabó con él.
Lo enterré bajo un montón de piedras y encima clavé unas ramas secas para recordarlo.
Ya no queda más que 1.
1 soldado completamente solo.
Un único soldado para ir a la guerra cantando, con la sonrisa en los labios y una flor en el fusil.
La flor está muerta desde hace ya mucho tiempo…
Me quito mi uniforme rojo y mi gran sombrero negro.
Los dejo junto al fusil.
Y me voy.
Gilles Rapaport
10 soldados
Zaragoza: Edelvives, D.L 2003