Nora Bär LA NACION Quiérase o no, en gran parte de la psicología y la psiquiatría actuales quedan rastros indelebles del dualismo cartesiano que consideró la mente y el cuerpo como dos sustancias opuestas. Sin embargo, en su discurso inaugural del 17° Congreso Internacional de Psiquiatría, que acaba de finalizar en esta ciudad, el doctor Fernando Taragano, presidente del congreso y responsable del área de gerontopsiquiatría de la Asociación Argentina de Psiquiatras, lanzó una afirmación provocativa: que en un país cuya población envejece aceleradamente, la mejor intervención preventiva en salud mental para los próximos 30 años es... hacer actividades aeróbicas, como caminar, nadar, andar en bicicleta o bailar. "Si la población sigue creciendo al ritmo actual, para 2040 tendremos más de tres millones de personas de 65 años o más, con ansiedad, depresión, insomnio y demencia vascular,afirma Taragano, también investigador de Cemic. Nuestra misión es prevenir, lograr que la gente no sólo viva más, sino también que viva mejor. Si pudiéramos convencer al 30% de caminar a paso rápido durante treinta minutos, cinco veces por semana, podríamos atenuar o evitar más de un millón de casos." Y agrega: "Hacer actividad física trae innumerables beneficios en cualquier momento de la vida. Pero a cierta edad, la intervención aeróbica es un tratamiento médico". -Sorprende que proponga la actividad física para tratar problemas psicológicos. Solemos identificar la terapia psiquiátrica con el sillón de Freud... -Sin embargo, ambos enfoques no se oponen en absoluto. Tenemos que ampliar nuestro vademécum. En la Argentina, desde 1950 la población adulta se multiplicó por nueve, y la infantil, por dos. Esto significa que hay un número enorme de nuevos casos en los que la psicopatología vascular adquiere una dimensión que antes no tenía. Por eso no se le prestaba tanta atención. En estos y otros motivos de consulta psiquiátrica, como los trastornos del sueño, el estrés, la ansiedad y la depresión, la intervención aeróbica da muy buenos resultados. Lo que ocurre es que, de tan sencilla y obvia, ni los médicos ni los pacientes le dan importancia. -De cierto modo, ¿usted propone reconciliar el cuerpo y la mente? -Esto no significa ni ir en contra de las terapias ni contra los medicamentos. Pero eso sirve luego de un evento. Antes está la prevención, y en ese sentido, entre los factores más importantes que se pueden modificar, están los psicosociales. Sabemos que la caminata reduce el estrés, la depresión y la ansiedad. -¿Este tipo de intervención puede tener algún impacto en otros cuadros, como las psicosis? -Es una gran hipótesis, aunque no lo sabemos. Uno debería suponer que sí, porque, en realidad, el sedentarismo es contra natura. Nuestros genes están diseñados para la caminata. Si bien Internet y el automóvil son maravillosos, tienen como contrapartida el sedentarismo. Y tener fácil acceso al alimento también es fantástico, pero tiene como efecto adverso la combinación de grasas, azúcar y sal. Nuestros genes no están hechos para estas cosas. Por lo tanto, uno sospecharía que volver a la naturaleza nos devuelve beneficios en distintos dominios. Sí, hipotéticamente sería plausible pensar que también en otras dolencias puede haber beneficios y que se atenuarán muchos de los síntomas, aunque no erradique ni cure la enfermedad. De hecho, esto no es novedoso: mens sana in corpore sano. -¿Cuáles son los efectos probados de la actividad aeróbica? -Disminuye el riesgo de depresión, de ansiedad y de insomnio, y aumenta el nivel de energía y de bienestar. -¿Hay un momento preciso en el que debería implementarse? -Existe una ventana de oportunidad. Amar es hermoso en todas las edades, pero al principio de la existencia es configurante y constituyente de nuestra estructura mental. De la misma manera, hacer ejercicio en la juventud es muy bueno por múltiples motivos; pero después de los 50 años se transforma en una intervención médica, porque devuelve oxigenación, devuelve función al endotelio vascular y revierte muchos procesos de patología médica. -Si es tan sencillo practicarla, ¿a qué atribuye que no se utilice rutinariamente la caminata como terapia psicológica? -Me gusta muchísimo lo que se dice que dijo Epicteto 55 años después de Cristo. El se preguntó si acaso sería imposible modificar aquello que se cree controlar. Los psiquiatras y los psicólogos escuchamos a cada rato: "Yo, si quiero, mañana dejo de fumar", "Mañana empiezo a hacer gimnasia" o "La cocaína a mí no me controla; la dejo cuando quiero". Si uno cree que controla algo, difícilmente pueda modificarlo. Y, por otro lado, los psiquiatras todavía no sabemos cómo utilizar la actividad aeróbica en psiquiatría, porque esto es nuevo en todas partes del mundo, no solamente en Buenos Aires y en la Argentina, sino también en Suiza, en Austria, en Oxford... Tenemos que responder al impacto que el cambio de las estructuras poblacionales generan en la calidad asistencial. -¿La aceptan los pacientes? -Nos miran y nos dicen "no, doctor, deme una pastilla". La intervención aeróbica es mal aceptada, y sin embargo disminuiría el riesgo de muerte temprana, enfermedad cardíaca e hipertensión arterial, y hasta cáncer de colon. Ofrecerá mejor control del peso corporal, menores niveles de diabetes, aumento de la fortaleza ósea y mejoramiento del equilibrio. Y si las personas adultas van a ser tantas, más vale que sean sanas.
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