Para esta Navidad me he preparado durante todo el año, y recibí la ayuda de
más de tres mil duendes y hadas para fabricar las cosas que normalmente
me piden, y resulta que este año mis bodegas se quedaron repletas con
todo lo que hice, puesto que esta Navidad se les ocurre
pedir cosas que nunca me pidieron...
El señor que el año pasado me pidió que sus acciones
subieran para aumentar sus millonarias ganancias, hoy, me pide tiempo.
Tiempo para compartir una cerveza con su hijo mayor, quien,
sin darse cuenta, ya se las toma con los papás de sus amigos
disfrutando de un partido de fútbol.
Tiempo para poder asistir al kinder de su hijo menor y disfrutar
de su actuación en la pastorela cantando villancicos.
Tiempo para salir con su esposa a algún lugarcillo y dedicarle todo
su pensamiento y su corazón sin reprochar, sin exigir y sin enjuiciar.
Y tiempo, mucho tiempo para contemplar a su hija ya adolescente,
saliendo de la casa a alguna reunión de amigos y darse
cuenta de que ella ya no es una niña y que en ella todo cambió.
El joven que el año pasado me pidió un auto deportivo, hoy me pide
fortaleza. Fortaleza para soportar la convalecencia de un
accidente que le causó una parálisis por conducir
sin ninguna responsabilidad bajo los efectos del alcohol.
Otra jovencita me está pidiendo un amigo, un amigo para poder
dedicarle un acto de afecto, de comprensión, de sacrificio y poder
sentir a cambio esa gran alegría que se siente en el corazón cuando
se sabe que se tiene a un amigo, pues ella se quedó sola por las
envidias y por las críticas que su boca proliferó contra sus propias amistades.
La señora que el año pasado me pidió un collar de perlas para
estrenar en la fiesta de fin de año, hoy me pide serenidad. Serenidad
para poder sentarse con sus pequeños a contemplar el pesebre
que representa el nacimiento de una nueva conciencia y platicarles
de tantas cosas que aprendió de niña y hoy las había
olvidado con tantas vueltas, con tantas prisas y con tanta rutina.
Y pensar que creían que lo tenían todo, y hoy sienten que no tienen nada...
La realidad y las circunstancias de la familia de Nazaret fueron muy
distintas a las de las familias del mundo actual, pero eso sí,
no les faltaron dificultades, y serias dificultades, pero tuvieron
las virtudes humanas de la convivencia: bondad, humildad,
dulzura, comprensión, perdón, y por encima de todo, el amor.
Ojalá me sigan llegando muchos pediditos de éstos, y que la familia
de nuestro Padre en común, sea un modelo a imitar en sus vidas,
y que la Navidad los contagie de ese ánimo y espíritu de alegría y de paz.
D/A