María de Borgoña
CUANDO UNA RICACHONA CAYÓ ANTE UN ANILLITO
Cecilia Ruiz de Ríos
Quizás uno de los sueños más rosáceos que alberguen las hembras de la especie humana al ponerse casaderas es que un rico príncipe, como en las telenovelas que carcomen tanto cerebro, aparezca con un anillito de compromiso para declarar sus formales intenciones de hacerlas felices para siempre. Aún quienes escriben artículos sacarinos sobre la boda ideal ignoran que la primera dama de la historia quien llevara anillo de compromiso previo a la alianza matrimonial fue una ricachona y hermosa princesa llamada María de Borgoña.
María vino al mundo un 13 de febrero de 1456 en Bruselas, siendo la mimada hijita de Carlos el Atrevido de Borgoña. Desde chica se le dio mucho mimo, y ella mostró ser una cipota con buena sesera y aún mejor aspecto. Su padre era uno de los hombres más ricos de la Europa medieval, por ende desde chiquita los cazadotes estuvieron pendientes de la niña rubia. A menudo oía discutir sobre la ventaja de casarla con uno u otro príncipe, pero en agosto de 1477 se acabó la zozobra cuando el elegido resultó ser el relativamente pobretón Maximiliano I de Habsburgo. Recordemos que a estas alturas del campeonato los Habsburgos apenas estaban comenzando a figurar en la escena política mundial, y estaban lejísimo de acumular el enorme costal de dinero y poder que luego les haría una de las familias más prominentes del mundo. María ya estaba "pasadita de años" en una época en que las chicas se veían matrimoniadas desde la preadolescencia. Para colmo de males, Maximiliano, un muchachote frondoso y saludable cuyo vigor físico era comparable al de un Schwarzenegger, no hablaba ni flamenco ni francés, solamente alemán. La primera reunión entre los futuros esposos sin embargo fue un éxito porque Cupido se hizo presente. Nadie esperaba que el amor interviniera en una alianza política a como era la boda de estos dos jóvenes .Maximiliano, tratando de no lucir tan harapiento, lució su mejor traje y le presentó a su prometida el primer anillo de compromiso de la historia. Hasta la vez, había sido costumbre que los esposos lucieran alianzas tras la boda, pero la sortija de petición de mano fue estrenada por esta pareja. Un sencillo solitario de brillante, montado en un arito de oro de pocos gramos, fue el primer anillo de compromiso de todos los tiempos. El flechazo entre María y su robusto macho fue evidente desde la primera reunión, y aunque no hablaban el idioma natal el uno del otro, se entendieron con los suspiros y sonrisas que configuran e internacional lenguaje del amor. Una amiga de la joven tuvo la brillante idea de romper el hielo entre los prometidos afirmando que María escondía entre sus ropas un símbolo del amor feliz. Maximiliano pidió permiso para buscar en su novia, encontrando una bella flor rosada entre los provocativos senos de su futura esposa.
Tras la boda, María y Maximiliano se dedicaron a aprender los idiomas que ambos hablaban, comenzando por las palabras del amor. Fueron aventajados alumnos, ya que de su alegre relación nacerían dos chavalos: Felipe El Hermoso ( 1478) y Margarita de Austria(1480). El varoncito estaría destinado a ser el infiel e inútil esposo de Juana la Loca de España, hija de los Reyes Católicos, y la chica casaría con el hijo mayor de los mismos monarcas españoles. María y su esposo eran muy felices, y el único nubarrón que enturbiaba su horizonte era la constante amenaza de guerras. La boda le había dado a los Habsburgos el dominio de los países bajos, iniciando una larga rivalidad entre Austria y Francia. María había visto su herencia amenazada por Luis XI de Francia, quien quería comerse Borgoña, Picardía y hasta los países bajos. Hábil política, María dio garantías ciudadanas conocidas como el Gran Privilegio a Flandes, Brabante, Hainault y Holanda para luchar contra los franceses. Luis XI, cuya propuesta de casarla con su hijo el delfín Carlos, había sido rechazada cuando ella optó mejor por desposar a Maximiliano, estaba furibundo. A pesar de que Maximiliano le apoyó en su lucha, María acabó perdiendo Artois y el Franco Condado a Francia por el Tratado de Arras tras 1483. La felicidad conyugal de María y Maximiliano llegaría a su fin cuando ella, estando embarazada, se cayó de un caballo muriendo un 27 de marzo de 1782 en Brujas, hoy Bélgica. Aunque su médico le había prohibido andar de cacería, la gestante y rebelde María se vio lanzada contra un árbol, y tras abortar al niño que le venía pescó una septicemia galopante que en aquellos tiempos que ni se esperaba que se usara antibióticos, la infección la mató rápidamente mientras su familia se retorcía las manos sin poder hacer nada. Tenía solo 25 años. Maximiliano no halló sosiego ni en el hecho que era Sacro Emperador Romano. Lloró diluvios de lágrimas por su joven y bella esposa. Felipe el Hermoso pasó a ser el heredero de su madre, y Maximiliano jamás habría de olvidarla aunque le sobrevivió por 36 años más. No fue hasta en 1493 que Maximiliano pudo ejercer control sobre los países bajos, sin saber que apenas estaba labrando provecho para que los españoles posteriormente se comieran ese codiciado trozo europeo cuando Felipe El Hermoso se casó con Juana la Loca... ¡nadie sabe para quien trabaja! Felipe el Hermoso fue virtual prisionero hasta en 1485 en los países bajos. El Tratado de Senlis en 1493 devolvió Artois y el Franco Condado a Felipe, pero Borgoña y Picardía siguieron siendo francesas.
Maximiliano moriría en enero de 1518 recordando a su mujer. Los hijos habidos con María serían decepcionantes, tomando en cuenta que ella siempre fue una mujer de armas tomar, vigorosa y muy inteligente. Pero la tradición de regalar una sortija a la novia cuando las intenciones son serias nos acompaña hasta nuestros días, aunque muchos ignoren de donde vino tan romántica costumbre.