¡Ah, que no se imaginaba!
Lo que la noche ofrecía
Él, de pié en erguidas piernas
yo, rodé en lenta caída
y ahí como una culebra
enmarañando a su víctima
con mi izquierda abrí el corpiño
con la otra subí faldilla
y mis manos en su vuelo
subieron por mis rodillas
y sobé mis tersos muslos
ante ramas extendidas
se alborotaron caderas
con furia de las hebillas
¡Y en aguaceros de besos!
Reafirmé mi conquista
¡Una espada de temblores!
Penetró por mis arcillas
acariciando desnuda
todas sus carnes prohibidas
Ay ¡Qué manjar exquisito!
Qué deleite de ambrosía
¡Qué de acrobacias en fuego!
En los vientres y costillas
¡Qué laurel de seducción!
Sin ser yo la seducida
¡Qué escapada de suspiros!
En su aventura escondida