JUAN JOSÉ MILLÁS 27 SEP 2013
Nosotros fingimos que os explicamos el significado de la victoria de Merkel y vosotros fingís que lo entendéis. El que no tenga un discurso, por pequeño que sea, sobre la cuestión después de casi una semana dándole vueltas, es un peligro público. Desconfiad de quienes en el bar, en la oficina o en la sobremesa doméstica no se atrevan a repetir los lugares comunes puestos en circulación desde el domingo por la noche. Quizá sean terroristas en potencia, o pederastas, lo mismo que quienes no aprecien, en las palabras del nuevo papa, un “aire fresco”, dicho así, con esta expresión, procedente de los anuncios de perfumes. Si Francisco finge que se pone colonia, nuestra obligación es fingir que la olemos.
Conviene, en fin, respecto a los asuntos señalados, seguir la metodología empleada en otros tiempos para explicar la globalización. Unos hicieron como que la analizaban y los otros hicimos como que entendíamos el análisis. Cualquier ciudadano, por poco cultivado que esté, es capaz ahora mismo de hablar durante 5 o 10 minutos de la globalización dentro de unos cauces que no la pongan seriamente en peligro. Ahí íbamos. Del mismo modo que el filtro sirvió en su día para descigarrillar un poco el cigarrillo, que era demasiado, la función de la Torre de Babel actual es deslenguar un poco la lengua, que venía siendo mucha lengua. Ya hemos alcanzado ese acuerdo tácito, propio de las sociedades avanzadas y sumisas, según el cual unos fingirán que gobiernan y otros que son gobernados por los que aparentan gobernar.
Si nos hemos tragado, por poner un ejemplo reciente, que el 98% de los madrileños deseaba con ardor que se celebraran aquí los Juegos Olímpicos de 2020, nos tragamos todo. Significa que estamos dispuestos a hacer un completo a las autoridades. Miéntannos, digan que nos quieren y caeremos rendidos.