cuerpo y mente ) bienestar
Flirteando
con Morfeo
Dicen que si duermes ocho horas has descansado lo suficiente para pasar un día repleto de actividades, pero a todos nos entra sopor después de comer. Algunos tienen el privilegio de dormir la siesta. ¿Por qué nos viene a buscar Morfeo todas las tardes?
Dormir es una necesidad fisiológica de los seres vivos. En el mundo animal, los gatos pasan el 70% de su vida durmiendo, alrededor de 15 horas diarias, pero los que se llevan la palma son los osos perezosos, que duermen 20 horas al día. El sueño de todo dormilón. Los hombres, en cambio, “sólo” pasan un tercio de su vida con los párpados cerrados. Los seres humanos necesitan, por lo general, aproximadamente ocho horas para estar en perfectas condiciones, o eso dicen todos los expertos, por aquella división del día en franjas de ocho horas para dormir, trabajar y relacionarse. Si bien es cierto, la mayoría no llega a dormirlas, nos quedamos en siete horas y pico, según la Encuesta Nacional de Salud de España (2006). Será por eso que caemos en manos del dios del sueño cada tarde.
La sexta hora del día
La siesta tiene orígenes romanos, o por lo menos el nombre, que proviene de la hora sexta romana, que designaba el periodo del día entre las 12 y las 15 horas. Los romanos dividían los días y las noches en 12 horas, de manera que la hora sexta era a mediodía. Durante esta hora se hacía una pausa de las labores cotidianas para descansar y reponer fuerzas, básicamente dormir, y de ahí vino el término sestear, posteriormente sestear, que ha acabado en la palabra siesta. Por otro lado, el italiano san Benito de Nursia dictó unas normas por las cuales había que guardad reposo y silencio en la sexta hora.
La siesta se asocia a vagos y perezosos, como el oso que duerme casi todo el día, si bien tiene grandes defensores que ha echado por tierra las consideraciones de pérdida de tiempo. A lo largo de la historia ha habido numerosos fans de este hábito tan saludable, como Leonardo da Vinci, Winston Churchill y Tomás Edison, que se echaban a dormir después del almuerzo. También eran adictos a la siesta Brahms y Napoleón. Curiosamente, este último dormía en medio de las batallas, y no olvidemos que pese a ello se coronó emperador. Ya más cerca de nuestra época, encontramos a Salvador Dalí y a Camilo José Cela. El pintor catalán creía que la siesta corta era mano de santo y tenía una técnica fácil de seguir: se dormía con las llaves en la mano y se despertaba cuando se le caía al suelo. En cuanto al dramaturgo gallego, hasta llegó a bautizar la siesta como el “yoga ibérico”.
Sueños vespertinos
Todos los hemos probado alguna vez, caer rendidos en el sofá ataviados con una manta después de una copiosa comida invernal o dejar que nos acaricie la brisa después de un ágape veraniego, pero, exactamente, cuáles son las causas de la siesta. Según los científicos, existen dos motivos. El primer es que el cuerpo necesita descansar después de determinadas horas de actividad, es decir, que estamos cansados y queremos un parón tanto cerebral como muscular. El segundo motivo es que una vez comemos, la sangre se concentra en el sistema digestivo y ello provoca soñolencia, e incluso en algunas personas frío. Tanto si es uno o el otro, ningún médico afirma categóricamente que dormir la siesta sea nocivo, en cambio, sí que algunos alaban sus efectos sobre la salud.
La siesta, según los especialistas del sueño, no debe sobrepasar los 40 minutos, porque podría alterar el reloj biológico natural y causar insomnio. La explicación de esta limitación temporal está en las fases del sueño, que son cinco. Las etapas son cíclicas, van de la 1 a la REM y luego vuelve a la 1, de forma que un ciclo entero de sueño correspondería a un periodo de entre 90 y 110 minutos.
En el caso de la siesta, no se consigue llegar a un ciclo entero del sueño, no se llega a la fase REM, de modo que, si se alarga, puede llegar a ser más dañina que beneficiosa, interfiriendo en la facilidad y la calidad del sueño nocturno.
Beneficiosa para la salud
La siesta es buena, nadie puede negarlo, hay un infinidad de investigaciones que justifican las cabezadas a mediodía. Por ejemplo, un estudio de la Harvard School of Public Heath y la Escuela de Medicina de la Univeridad de Atenas, dormir la siesta reduce la mortalidad coronaria un 37%. Así, las personas que regularmente duermen una siesta, al menos tres veces a la semana y de unos 30 minutos, tienen menos posibilidades de morir por enfermedad coronaria que aquellos que no lo hacen.
Por otro lado, un estudio de la Universidad californiana de Berkeley afirma que la siesta podría mejorar la sensibilidad del cerebro a las emociones positivas. Han encontrado casos en los que durante la siesta se pasa por la fase REM, de manera que se refresca la sensibilidad empática del cerebro para evaluar las emociones humanas de forma que se amplifiquen los sentimientos positivos y se disminuya el efecto negativo.
Los resultados aseguran que los individuos que duermen una siesta de entre 60 y 90 minutos, y por tanto pasan la fase REM, aumentan su sensibilidad positiva ante la visión de un rostro feliz, mientras que, quienes no duermen, muestran mayores reacciones ante la visión de la ira y el miedo.
Pero no todo el monte es orégano, también hay detractores de la siesta, puesta que la relacionan con la apnea del sueño. Según un estudio de la Unidad de Neumología del hospital San Pedro de Alcántara, de Cáceres, el 64% de las personas que duermen siesta sufren apnea, y con ella riesgo de hipertensión y enfermedades cardiovasculares. En España hay entre cinco y siete millones de personas enfermas de apnea del sueño y, según este informe, la enfermedad es de 2,5 a 5,5 veces más frecuente entre personas que duermen la siesta habitualmente.
Costumbre internacional
Hay diversos estudios que aseguran que entre el 16% y el 34% de los españoles duermen la siesta, pero cabe decir que esta tradición española ha llegado a todas las partes del mundo. Especialmente se produce en Alemania, donde una de cada cuatro personas la practica, pero también está incrementando el número de personas que dan cabezadas por las tardes en Estados Unidos. En el sudeste asiático la siesta se combina con un masaje o una comida ligera; en Bangladesh, se le llama bhat-gum, que se podría traducir como “cabezada después del arroz”; y en China la norman como wushui. Nombre parecido es el que le ponen en Taiwán, xiuxi, donde además es un derecho que recoge la Constitución. Pero si hay un país en el que la siesta ha hecho más mella es en Japón, donde se han inventado todo tipo de aparatos y salones para que la gente pueda dar una cabezada a lo largo de sus ajetreados días.
La siesta está de moda
Las empresas se han dado cuenta de que, al igual que la prevención de riesgos laborales hacen que los oficinistas tengan buenas sillas y reposapiés, la falta de sueño también es un riesgo que conlleva problemas. Y qué mejor solución que ofrecer al empleado un lugar para echar una cabezadita y volver a su jornada laboral con ganas, despierto y aumentar su productividad. Éste es el caso de empresas como Google, que pone a disposición de sus afortunados empleados cabinas aisladas de luz y sonido.
En nuestro país las empresas no dan importancia a la siesta, se considera que es algo casero, aunque cabe decir que algunas han instalado sillones para que los empleados descansen. Desde hace unos años, diversas cadenas relacionadas con la salud y el bienestar ofrecen espacios para descansar. También se ha sumado a esta moda el funcionariado de Bangkok. Los funcionarios tailandeses disponen de media hora para dormir en cómodas habitaciones habilitadas especialmente para ello. ¿Se imaginan esto en España?
IREMA FERREZ
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