Mito de Narciso y Eco: la versión romana
La versión romana de este mito es la que se considera verdadera, siendo la que
solemos tener en mente cuando hablamos de Narciso, y siendo la más popular.
El mito es contado por Ovidio, un poeta romano que adaptaba muchas historias griegas
al contexto romano, siendo una de estas la de Narciso.
Según el mito, un día mientras Narciso se encontraba en el bosque cazando ciervos, fue
visto por una ninfa llamada Eco.
Eco era una oréade, una especie de ninfa unida a las montañas, que fue criada por las musas,
y de la que se decía que su voz era capaz de pronunciar las voces más hermosas del mundo.
Eco llamaba la atención de todos mediante su voz, y eso hizo que Hera sintiera celos,
temiendo que su marido Zeus pudiera cortejarla.
Por ello, Hera hizo que Eco solo pudiera decir las últimas palabras que escuchara
de la persona con la que hablara.
Desde que se quedó sin voz Eco era muy tímida y por ello aunque
se había enamorado de Narciso nada más verle, no se atrevía a hablar con él.
Narciso estaba totalmente seguro de que alguien le estaba observando, y habló hacia la zona
en la que pensaba que se encontraba la persona extraña.
Ambos intercambiaron algunas palabras, siendo las de Eco siempre las mismas que
las últimas dichas por Narciso. Finalmente Eco se atrevió a salir de su escondite,
intentando abrazar a su amado, pero Narciso la rechazó, al igual que había rechazado
a cualquier persona a lo largo de su vida, y Eco huyó desconsolada.
Este acto de crueldad tan grande llamó la atención de algunas deidades, pero la única que
se atrevió a intervenir fue Némesis, la diosa de la justicia y la venganza.
Esta deidad, conocedora de las palabras de Tiresias, decidió vengarse del joven Narciso.
Némesis uso todas sus armas para engañar a Narciso, haciendo que se acercara a un arroyo,
y viera allí su bello rostro reflejado, provocando que no pudiera dejar de mirarse a sí mismo.
Por primera vez en su vida Narciso era rechazado, ya que no podía tomar para sí
un simple reflejo y finalmente se suicidó tirándose al agua.
De su cuerpo nació una preciosa flor, a la que actualmente
llamamos Narciso.