Te he buscado desde entonces,
lejos de mis días, sobre la negra noche, cercana en el rubor de piélagos mansos. Te he visto en las mañanas, en el rojo páramo, cultivando una flor alada en su memoria, agitando el silencio de su grácil carne, como una mariposa interior continua o dormida. Te he sospechado en el dolor, en las horas vacías que dejan su perfume sobre rostros de piedra. Me has enseñado su gesto de nostalgia anudado a la sombra, mutilado en el bronce, encendido en la tormenta. Todo fue testigo y manjar, soltura para los náufragos de los ajados cuerpos enamorados de la soledad. todo lo supe desde antes, desde antes de ti.
Ricardo Lascano
|