Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan a los hombres en el extremo Este
¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo? Se han sabido presagios y prodigios se han visto y parece inminente el retorno de Cristo
La tierra está preñada de dolor tan profundo que el soñador imperial, meditabundo, sufre con las angustias del corazón del mundo
Verdugos de ideales afligieron la tierra: en un pozo de sombra la humanidad se encierra con los rudos molosos del odio y de la guerra
¡Ay, Señor Jesucristo! ¿Por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de la luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas?
Surge de pronto y vierte la esencia de la vida
sobre tanta alma loca, triste o empedernida
que, amante de tinieblas, tu dulce aurora olvida
Vén, Señor, para hacer la gloria de ti mismo.
Ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo, ven
a traer amor y paz sobre el abismo.
Y tu caballo blanco, que miró el visionario, pase. Y suene el divino clarín extraordinario. Mi corazón será brasa de tu incensario.
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