como los otros; nunca mis pasiones
brotaron del venero comunal.
Yo no sacaba de la misma fuente
mis penas; no podía despertar
mi corazón al gozo en igual tono,
y todo lo que amé, lo amé yo solo.
Entonces, en mi infancia, en la alborada
de una más tormentosa vida, extraje
de cada abismo del bien y del mal
el misterio que aún me tiene sujeto:
del torrente, o de la fuente,
del rojo risco en el monte,
del sol que giraba entorno
con su otoñal tinte de oro;
del relámpago en el cielo
cuando me rozó volando,
del trueno y de la tormenta
y de la nube que tomaba forma
(cuando el resto del cielo estaba azul)
de un demonio a mis ojos.