Voy a cultivar sal en mis pestañas
y con ella
haré una catedral
para rezar por ti.
La regaré de adentro hacia afuera
como crece una mandarina,
o la plegaria
de una flor.
Los días ya no tendrán peso
colgaré nubes de su cristalino
no necesita imágenes
el recuerdo basta para hacerla llover
tibia
como la pasión
de una despedida.
Diré:
Señor, protégelo de sí mismo
llévame en sus oraciones
su amén
sin acento;
la vida
de su verbo
final.
Angélica Pinzón
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