vendrás conmigo...
dijo sin que nadie lo supiera
dónde y cómo palpitaba mi doloroso estado,
y para mi no hubo clavo ni barcarola,
nada más que una herida de amor abierta.
Repetí: ven conmigo, como si me estuviera muriendo,
y nadie vio en mi boca la luna que sangraba,
nadie vio esa sangre que subió al silencio.
¡Ay amor, ahora olvidémonos de la estrella puntiaguda!
Por eso cuando escuché tu voz repetir
"Vendrás conmigo", fue como si te desataras
el dolor, el amor, la furia del vino encarcelado
que desde su cantimplora sumergida supo
y de nuevo en mi boca sentí un sabor a llama,
de sangre y clavos, de piedra y quemadura.
Pablo Neruda