En diciembre de 1914, se acercaba un durísimo día de Navidad, y las tropas británicas
y alemanas se enfrentaban a través de un angosto trecho de suelo europeo.
Las condiciones
imperantes en ambas trincheras eran espantosas, el tronar de los cañones incesante,
y el ruido, ensordecedor.
La oficialidad británica había tomado escasas prevenciones para celebrar la Navidad.
Tenía órdenes de tratar esa jornada como cualquier otra y seguir peleando. Lo
poco que pudieron hacer las cansadas tropas fue recoger unos restos de
ramas secas como patético recordatorio de las festividades que, con seguridad, se estarían
celebrando en sus lejanos hogares.
Los alemanes estaban mucho mejor organizados. Para elevar la moral de sus tropas,
habían hecho enviar canastas con comida y árboles de navidad a las líneas del frente
para estimularlos a pelear mejor.
Pero esta bien planeada estrategia tuvo precisamente un efecto contrario. En
lugar de aumentar la agresiva lealtad de los soldados, detuvo por
completo las hostilidades. La verdad es que el común de los
soldados alemanes no odiaba a sus pares ingleses, y viceversa,
y si procuraban matarse unos a otros era pura y exclusivamente por respeto
a las órdenes de sus generales.
El espectáculo de todos esos arbolitos afectó muy hondo a los alemanes. Las
congeladas tropas británicas escondidas en sus trincheras sintieron
alarma y desconcierto ante el repentino y extraño silencio
seguido por los acordes de un villancico.
Al asomarse comprobaron asombrados que los soldados alemanes habían emergido
de sus escondites y ocupaban en actitud pasiva la tierra de nadie. Con
cierto temor, los ingleses se les sumaron y tuvo lugar una improvisada tregua.
Los villancicos duraron toda la noche, los enemigos cantaron juntos, y a medida
que pasaron las horas tuvo lugar un extraordinario intercambio de regalos. Enemigos
mortales se estrecharon las manos, e incluso, se abrazaron y mostraron
fotografías de sus respectivas familias y durante un breve interludio, la idea
de matar se borró de sus mentes.
A la mañana siguiente, día de la Navidad, ocurrió algo aún más insólito. Poniéndose
de acuerdo sobre un punto intermedio entre ambas posiciones, ingleses y
alemanes protagonizaron lo que debe ser el más raro partido de
fútbol en la historia de ese deporte.
D/A