Desprenderse de una parte de uno mismo para entregársela al otro es el más difícil de los sptripteases del corazón. En cada acto sexual que tenemos, nos descubrimos sin complejos y arrancamos nuestra ropa para, poco a poco, ir mostrando la piel... y algo más.
En el sexo no solo se trata de enseñar el cuerpo. En cada encuentro que tenemos con la otra persona, con nuestra pareja, también estamos delegando parte de nuestra intimidad, estamos dejando salir nuestro interior. Un interior cargado de pensamientos y sentimientos que en ocasiones no queremos o nos cuesta demasiado sacar a la luz. En el sexo, el temor de exhibir nuestro cuerpo desnudo a veces tiene que convivir con la exposición de los sentimientos más íntimos. ¿Puede existir una situación más vulnerable para el ser humano?
Muchos temores
"Ninguna de mis parejas me ha visto nunca completamente desnuda, como mucho, y solo cuando me he sentido muy cómoda con alguien, lo máximo que he hecho ha sido mostrar mis pechos. Tengo sobrepeso y me aterroriza la idea de que alguien que me gusta mucho me rechace o se ría de mí", confiesa Mariola, de 39 años.
Ya sea debido a la herencia de una educación donde el sexo se culpabilizaba, ya sea por complejos que nos impide exponernos a la mirada ajena, a una falta de confianza en nosotros o porque desconocemos nuestros deseos y sus límites, la timidez sexual siempre está relacionada con el miedo a ser juzgados, como explica la psicóloga Miren Larrazabal: "Son muchas las personas que presentan dificultades a la hora de exponerse desnuda ante el otro. No se sienten contento con su cuerpo y les resulta imposible mostrarlo a la pareja. Que esta situación represente un problema o no dependerá siempre del sufrimiento que este hecho esté causando a la pareja. En el sexo no hay normas, por lo que si una pareja solo es feliz haciendo el amor a oscuras, resultará perfecto, siempre y cuando no esto no presente ningún coste emocional para ellos".
Pero, ¿y si es un problema? Antes de declararle la guerra a nuestro cuerpo, es preferible hacer las paces con él, tratándolo como haríamos con alguien a quien queremos y que, sin embargo, sufre. Utilizando para ello técnicas como el yoga, los masajes o las terapias corporales. Si elegimos lo que sensual, física y emocionalmente nos procura placer, dejaremos de ver nuestro cuerpo como algo exterior, como un objeto.
De todas maneras, a la hora de analizar las causas de la timidez, no podemos responsabilizar todo al factor educativo, porque la vergüenza también tiene elementos muy personales que tienen que ver con ciertas fragilidades psicoafectivas escondidas, como bien sostiene la sexóloga Almudena Herranz, quien afirma que "hay gente que es muy pudorosa en el aspecto corporal, pero hay otra que lo es más en el emocional. Son personas que ven un problema en desnudar y descubrir sus sentimientos ante la pareja; que, bien porque tienen miedo, porque han pasado por una mala experiencia anterior o porque han vivido en un imaginario social diferente, rechazan prácticas sexuales distintas".
A veces, es una pobre autoestima la que nos lleva a "coleccionar" parejas acomplejantes que colocamos en un pedestal y que pueden llegar, incluso, a desvalorizarnos, inhibiéndonos todavía más. Para salir de este círculo vicioso, debemos detenernos y preguntarnos: "Esta persona y su forma de entender la sexualidad, ¿son buenas para mí?", "¿me apetece realmente jugar a esto o lo hago por temor a ser juzgado?", "¿me sentiría mejor con otro tipo de pareja?".
Ser claros ante el otro
La timidez sexual esconde muchas veces el miedo a un cambio en la relación. Un temor sobreentendido por la aprensión a ser juzgados negativamente: ¿qué pasaría si hablase de mi deseo, de cómo sentiría mayor placer, de ese fantasma que nos gustaría realizar? Paradójicamente, suele ser en las parejas que llevan mucho tiempo juntas donde el miedo a la opinión del otro nos paraliza y ahoga todo ramalazo de audacia.
Esta es otra de las tareas pendientes de la sexualidad: saber comunicar nuestros deseos y miedos. "Muchas parejas llevan 20 años juntas; sin embargo, siguen sin saber de los temores y expectativas sentimentales y sexuales del otro. Es complicado de tratar, pero hay que pararse y reflexionar juntos. ¿Qué hay debajo de esta timidez? ¿Qué ideas y creencias sustentan nuestros comportamientos? Debemos contestar a estas preguntas y una vez sepamos las razones del miedo, ir a por él y vencerle. La única manera de hacerlo es exponiéndote a lo que temes", señala Miren Larrazabal.
Hablar ayuda
Lidia, de 34 años, lo vivió en carne propia: "Cuando comencé la relación con mi pareja actual, nunca pensé que terminaría realizando ciertas prácticas sexuales que antes consideraba prohibitivas para mi. También me daba mucha vergüenza romper el hielo y ser yo la que propusiera tener sexo. ¿Qué iba a pensar de mi? ¿Qué tipo de chica hace eso? Estos eran mis pensamientos, hasta que un día mi novio me trató con la naturalidad y confianza que necesitaba. Entonces, mi deseo fue lo suficientemente fuerte como para acabar con mis tabús".
Reconocer nuestra timidez y atreverse a confesarla ayuda, como sostiene por su parte la sexóloga Almudena Herranz: "Expresarlo frente el otro el positivo, sin avergonzarse. Hay que decirle: "Yo soy así y vamos a ver si podemos hacer algo juntos para solucionarlo o llevarlo mejor". Y luego, ir poco a poco. La "técnica del espejo" puede ayudarnos: hacer o susurrar al otro lo que nos gustaría que nos hiciese a nosotros y preguntarle: "¿Te gusta?".
No olvidemos que la timidez está también ahí para recordarnos que la sexualidad se fabrica tanto con nuestras emociones como con nuestro cuerpo y que se trata más de intimidad que de técnica.
VERÓNICA PALOMO