Varios son los rituales que se llevan a cabo cada vez que se pone en marcha la elección de un nuevo papa que será el máximo representante de la Iglesia Católica. Uno de ellos es la peculiar forma de anunciar al mundo que, tras consiguientes deliberaciones y votación, ya hay un nuevo Sumo Pontífice y es a través de la fumata que sale por una chimenea instalada en el tejado de la Capilla Sixtina, lugar en el que se celebra el cónclave papal.
Como bien es sabido, el color de ese humo es de color blanco y, por el contrario, para anunciar que todavía no se ha llegado a un consenso es de color negro.
Hay un tercer color, que es el amarillo, y éste se utiliza previamente a cónclave y sólo para probar la estufa en la que deberá quemarse los votos.
Para hacer que el humo de la fumata sea de un color u otro, actualmente se utilizan diferentes compuestos químicos que garanticen que los presentes en la Plaza de San Pedro podrán distinguir perfectamente el mensaje que desde el interior se les quiere transmitir.
Cabe destacar que, cuando ya se ha escogido nuevo papa y la fumata es blanca, desde el 2005 se incorporó un repique de campanas que lo hacen más evidente aún si cabe.
La utilización de la fumata como modo de comunicar al exterior que, tras realizarse el escrutinio de los votos, ya hay un cardenal que ha sido votado mayoritariamente es tan antigua como el propio cónclave y debemos de viajar nueve siglos atrás para encontrar su origen.
Fue Gregorio X quien en el Concilio de Lyon, celebrado en el año 1274, promulgó un documento llamado “Ubi periculum” y en el cual se establecía toda la metodología a seguir para celebrar el cónclave de elección papal, tal y como lo conocemos hoy en día.
Hasta aquella fecha muchos eran los tejemanejes que se habían estado utilizando para escoger un papa, siendo un cargo que en más de una ocasión se conseguía a base de pagar una buena suma por él o por pactos y alianzas entre naciones. También se han dado casos tan extraños como el de elegir a un imberbe adolescente. Muchos han sido los reyes y poderosos que han señalado quién debía dirigir la iglesia, haciendo y deshaciendo a su antojo y voluntad.
Cuando en el siglo XIII, Gregorio X puso las bases de cómo debía ser un cónclave (él mismo fue elegido papa tras 34 meses de discusiones y desavenencias entre los propios cardenales) se determinó que se celebraría aislados del mundo y sin comunicación alguna con el exterior. Desde entonces se ha mantenido toda esa liturgia de aislamiento y posterior forma de anuncio, algo que le confiere mucho mayor atractivo a todo ese ritual
Para conseguir que el humo de la chimenea saliese de un color u otro se quemaba junto a las papeletas de los votos un poco de paja: seca para la fumata blanca y húmeda para que fuese una fumata negra. Actualmente se utilizan dos estufas: una desde donde se queman los votos y la otra que se encarga de dar color al humo.
Esto se ha hecho para que no haya ningún tipo de confusión, ya que son varias las ocasiones en las que el color quedaba bastante confuso (sin ir más lejos, en el anuncio tras la elección papal de Juan Pablo I en 1978 hubo una fumata gris).
Alfred López