Raquel (רחל, oveja en hebreo) fue la segunda esposa, y favorita, de su primo Jacob. Además fue la madre del patriarca José y de Benjamín. La hija menor de Labán, hermana pequeña también de Lea, aparece mencionada por primera vez en el Génesis de la Biblia hebrea.
Historia
Su primo Jacob la encontró en un pozo y quiso casarse con ella. El padre de ésta, su tío Labán, le dijo a su sobrino que dejaría que su hija pequeña se casara con él a cambio de siete años de servicio cómo pastor. Jacob aceptó y, según Rashí, su primo y ella sospecharon, previos a la boda, que Labán les engañaría para que se casara con Lea, la hermana mayor de Raquel y, por tanto, prima mayor del novio. Por ello, Raquel y Jacob idearon una serie de señas con la que la novia velada se identificaría ante el novio. Todo cambió cuando Raquel, viendo que su hermana sería deshonrada en público, le contó a ésta las señas acordadas con Jacob.
Cuando éste descubrió el engaño con la luz del día, el matrimonio ya había sido consumado y Jacob aceptó el engaño de su tío, ofreciéndose a trabajar siete años más para conseguir casarse con Raquel (Génesis 29). Así pues, durante los finalmente 14 años que Jacob trabajó para su tío, se dice que éste envió a las dos sirvientas Bila y Zilpa (algunos apuntan a que realmente eran las hijas pequeñas de Labán), a las que finalmente también desposó Jacob.
Cuando se presenta a Raquel en el texto (Gén. 29:17) se la describe cariñosamente como «de hermosa formas y de hermosa apariencia».
Mientras su hermana engendró rápidamente a 4 hijos, Raquel no pudo concebir durante muchos años. Entonces, siendo costumbre, ofreció a su marido su sirvienta Bilha, de la que nacieron dos hijos. Después de los dos niños y una niña que Lea le dio a Jacob,, Raquel tuvo a sus dos hijos, durante el parto del último murió.
Fue enterrada por Jacob en el camino a Efrata, a las afueras de Belén. Actualmente, la tumba de Raquel es visitada por decenas de miles de turistas anualmente.
En Jeremías 31:15 el profeta habla de «Raquel que llora a sus hijos». Esto se interpreta en el Judaísmo como un llanto de Raquel por un fin para los sufrimientos de sus descendientes y los exilios que siguieron a la destrucción del Primer Templo de la antigua Jerusalén. Según el Misdrash, Raquel habló ante Dios: «Traje a mi rival (Lea) a mi casa, ¿no puedes Tú perdonar a Tus hijos, que trajeron un simple ídolo de madera y piedra a Tu casa (el Templo de Jerusalén)?» Dios aceptó su súplica y prometió que, finalmente, el exilio terminaría y los judíos regresarían a su tierra.
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