Zola no era precisamente un desconocido con ansias de notoriedad. Era el célebre autor de los Rougon-Macqquart, verdadera disección del Segundo Imperio cuyo éxito escandaloso la había convertido en el pontífice de la escuela naturalista. Execrado por los bien pensantes y la derecha y exaltado por los librepensadores y la izquierda, cada una de sus obras daba lugar a un escándalo. Por ello su carta cayó como una bomba en todo el país.
La lucha entre dreyfusards y antridreyfusards resurgió entonces con toda violencia. Desde ataques mutuos en los periódicos hasta peleas callejeras, desde riñas familiares hasta ruptura de amistades, todo se produjo en Francia. El dibujante Caran d'Ache publicó una viñeta que se hizo célebre. En el primer cuadro se ve una numerosa familia sentada a la mesa mientras el jefe de ella, sonriente, dice:
-Sobre todo no hablemos del asunto.
En el segundo cuadro los comensales están por los suelos pegándose, y en el pie se lee: "Hablaron de ello".
La carta de Zola, en la que se repetían en cada párrafo las palabras "yo acuso", estalló como una bomba en el ámbito militar. Ministros de la guerra, jefes de estado mayor, generales con mando en plaza, coroneles, comandantes, todos eran acusados por Zola con nombres y apellidos, la mayor parte de ellos notorios. La carta terminaba diciendo: "No ignoro que vulnero los artículos 30 y 31 de la ley de prensa del 29 de julio de 1881 que castiga los delitos de difamación. Voluntariamente me expongo a ello. Espero".
La cosa estaba clara; se había de procesar a Emilio Zola. Y así fue.
El lunes 7 de febrero de 1898 empezó el proceso contra Zola. Se le acusaba de difamación contra altos mandos del ejército, pero se prohibió hablar de Dreyfus y de su proceso y condena, lo cual naturalmente era un contrasentido.
Para empezar, los militares recibieron la orden de no responder a ninguna pregunta. Entre ellos figuraba el comandante Esterhazy, a quien Zola hizo recaer la autoría del escrito por el que se acusó a Dreyfus. No se presentaron ni los generales citados por Zola en su "Yo acuso" ni Du Paty de Clam. Cada vez que se citaba el nombre de Dreyfus o su proceso el presidente de la sala pronunciaba las mismas palabras: "El tema no será tocado". Pero poco a poco, inevitablemente, el asunto salió a flote.
Un militar, el comandante Picquart, tenía ganas de declarar, pues desde el principio dudó de la culpabilidad de Dreyfus. Inquieto, logró obtener una muestra de la escritura de Esterhazy y la comparó con la de Dreyfus y el célebre papel acusatorio. Picquart no era grafólogo, pero sospechaba cada vez más de Esterhazy, y mostró al célebre Bertillon fragmentos de la escritura de Dreyfus, Esterhazy y el papel de marra. Sin vacilar, Bartillon identificó la escritura de Esterhazy con la del célebre escrito que se atribuía a Dreyfus, pero cuando Picquart le dijo que la escritura no era de Dreyfus sino de Esterhazy, Bertillon exclamó:
-Estos judíos han intentado imitar su escritura y lo han logrado a las perfección.
Era la fobia antijudía llevada al máximo.
Poco a poco se hizo la luz sobre el triste asunto, y ello se debió a la prensa, que descubrió una carpeta secreta, hasta el momento desconocida. Fue el comandante Picquart, en aquel momento ya teniente coronel, quien hizo llegar este papel al periódico L'Éclair. Picquart era un hombre honrado y al propio tiempo un fiel militar.