Quise tocar el cielo con las manos y abrazar a la humanidad, sin egoísmo ni rencor. Intenté sacrificar la felicidad y bienestar personal por la armonía de mis semejantes. Huí de las palabras y el sonido para comprender al silencio y la soledad. Disfruté de la infancia cuando conseguí la adolescencia, y disfruté de la adolescencia cuando conseguí la madurez. Busqué a Dios en la naturaleza y en el amor de una mujer. Escapé de las iglesias, de los papeles y de las leyes humanas, para refugiarme en la meditación. Estudié el comportamiento de los niños, para encontrar el camino de esta enfermedad que significa ser mayor de edad, hombre grande. Desperté cada día para esperar la noche, y dormí cada noche para descubrir el día: jamás lo conseguí. Busqué en la mujer el placer del cuerpo y en la soledad, el placer del universo: el orgasmo es el mismo.
(de Hugo Ullmann))
Sí, a veces creemos haber tocado el cielo con las manos, creo que he tocado "el cielo con las manos". Al menos, eso creo. Es difícil definir cómo, cuándo y dónde se toca el cielo; más se siente esa sensación de paz, de alegria, de cariño y, sobre todo, de amor, que el cielo debe ser una cosa semejante. Y...
...sí, que tocamos el cielo, aunque el camino a veces, muchas veces, está lleno de espinas, de incomprensiones, de falta de respeto, de falta de cariño, de muchas carencias; porque amar también es sufrir.