1. Confundir atención con interés: que la otra persona tenga atenciones hacia nosotros nos puede hacer pensar que necesariamente ha surgido cierta química entre ambos. A veces, sin quererlo, confundimos señales de cordialidad, educación, amistad o compañerismo con deseo, intimidad, compromiso o enamoramiento. Para evitar malentendidos es aconsejable atender a las palabras exactas, no a posibles intenciones.
2. Confundir deseo sexual con deseos de una relación estable: los hombres suelen interpretar como señales de aproximación sexual lo que en realidad pueden ser tan solo gestos de amistad, afecto o compañerismo.
3. Querer ver en la otra persona el estilo de amar que nosotros profesamos o que nos gustaría que tuviesen con nosotros: pasional, romántico, cómplice, desinteresado. Una manera de evitarlo es intentar preocuparnos también por los deseos e intenciones del otro y no solo de nuestras necesidades.
4. No interpretar correctamente los gestos: son ellos los que delatan nuestras auténticas intenciones. Existe una serie de elementos identificativos de interés de la otra persona como contacto ocular sin apabullar, señales de escucha activa e interés en lo que dice el otro, inclinación corporal hacia la persona sin atosigar, músculos de la cara relajados y pocas miradas hacia otros lados.