Verónica Franco: El erotismo en verso
Una de las mujeres más fascinantes del Renacimiento fue precisamente la pelirroja veneciana Verónica Franco, quien además de ser cortesana, fue una genial poeta . Nacida en 1546 en Venecia, Verónica fue la envidia de las mujeres sumisas de entonces y el foco de admiración para las feministas de todos los tiempos. Los padres de Verónica eran nativos venecianos, y procrearon 3 varones y una niña, Verónica. La mamá de Verónica, Paola Fracassa, había sido una célebre cortesana antes de formalizar su relación con el papá de la muchacha. Verónica aprovechaba cuando llegaban los tutores de sus hermanos para colarse en las lecciones, y pronto llegó a ser más brillantes que ellos en todo. Además, poseía un encanto muy particular, ya que combinaba un pelo rojo encendido con ojos intensamente negros. Sus compañeras la llamaban Girasol. Apasionada por la música y las artes, comenzó a escribir sus primeros pinitos antes que tuviera su primera menstruación. Pero cuando floreció en la adolescencia, se lamentó de no poder contar con la dote que le hubiera permitido desposar a su gran amor, el moreno Marcos Doménico Venier, destinado a ser senador por la prominencia y riqueza de su apellido. Tras haber perdido su virginidad en un momento de impulsiva pasión con Venier, la familia de Verónica la casó a toda prisa con el médico Paolo Panizza, a quien le hacían tufo pues afirmaba que para conocer el cuerpo humano se debía de hacer la prohibidísima en ese en entonces disección de cadáveres. Verónica no fue feliz con Paolo, y cuando éste se molestó porque Verónica tuvo un niño que no se parecía a él, ella tomó su enojo como pretexto para separarse del médico, exigiendo la devolución de su magra dote. Viendo que le tocaría mantener a su madre, dos hijos(de los seis que tuvo de distintos hombres), Verónica optó por hacerse cortesana. Paola se esmeró en hacer de su hija la mejor cortesana de la Venecia del siglo XVI. Tras haberse separado de su maloliente esposo, Verónica volvió a vera Marcos Doménico Venier, su primer amor. Este hombre, quien ya estaba metido de lleno en la política de Venecia, era el foco de un salón literario donde él jugaba el papel de mecenas, y se sintió encantado de poder apoyar en todo el sentido de la palabra a su amante. Es probable que el tercero y cuarto hijos de Verónica hayan sido manufacturados por Venier, siendo un total de 6 chiquillos los que trajo al mundo Verónica en medio de sus correrías sexuales. Lamentablemente, solo 3 de estos niños sobrevivieron a la infancia. Verónica se convirtió en figura clave de la decadente y rica vida social de Venecia, y gracias a su belleza, encanto, erudición e ingenio, pronto consiguió numerosos” protectores.” Venier seguía siendo su predilecto, aún después de que éste adquiriera como esposa a una chela, fea, gruñona y analfabeta linajuda. Como poetisa, también estaba de moda .Le comisionaban sonetos para elogiar las proezas militares de héroes, entre ellos Estore Martinengo. En 1575 ella publicó un volumen de su poesía titulado Terze Rime, adjuntando algunos poemas de su amado Venier. Alzando cejas entre los pudibundos, los poemas de Verónica sorprendieron a muchos por ser explícitamente eróticos, y otros por su tono desafiante hicieron que miembros de la aristocracia y el clérigo la tildaran de atrevida. Maffio Venier, primo de su amante, la antagonizó en numerosas veces considerándole una descarada. En Venecia serían fuente de leyenda dos encuentros con franceses que marcarían la vida de Verónica Franco. El primero de ellos fue con el pelirrojo e inmensamente talentoso noble, bardo y cronista normando Jean Aleixandre de Normandie, quien se alojó en su casa durante un viaje que el normando hizo para localizar a su hermano mayor. Estaba apenas Jean Aleixandre alistando maletas para regresar a casa tras haber estado hospedado en casa de Verónica por unos meses cuando pasó por Venecia el monarca Enrique III de Valois. Este hombre venía huyendo de Polonia tras haber dejado vacante el trono electivo de dicho país, y se dirigía a París para coronarse rey de Francia al saber que su hermano Carlos IX de Valois había muerto en plena juventud escupiendo los pulmones de tisis y sin dejar heredero. Los dos franceses –Jean Aleixandre y el rey- ya se conocían desde la infancia y al coincidir en la casa de esta cortesana, su alegría no tuvo límite. Los políticos sucios de Venecia literalmente sirvieron a su cortesana estrella Verónica en un lecho al rey galopara convencerles que Francia les diera barcos y apoyo militar para un conflicto bélico que estaba a la vuelta de la esquina contra los otomanos. Verónica pasó unas horas en el lecho con Enrique III, quien siempre recordaría con nostalgia a la única mujer con la cual se sintió bien en la cama, ya que este monarca francés posteriormente viviría el romance de su vida con Jean Aleixandre de Normandie y gastaría numerosos “mignons” antes de ser asesinado en 1589 por Jacques Clément. Verónica escribió cartas al monarca galo tras su partida, así como largas epístolas llenas de detalles humorísticos a Jean Aleixandre de Normandía. Parte esta correspondencia se halla en 50 Cartas Familiares, publicada en 1580 en Venecia. Entre ellas va una carta al pintor Jacobo Tintoretto, quien le hizo un precioso retrato a Verónica. Rodolfo Vannitelli, el tutor de uno de los hijos menores de Verónica, pronto se vio influenciado por la mala voluntad y celos que le profesaba Maffio Venier a la cortesna y optó por denunciarla a la Inquisición, afirmando que la bella mujer hacía encantaciones mágicas y misas al Uñudo para preservar el favor de sus hombres. La Inquisición la llevó a juicio esperando poderla quemar, pero Marcos Doménico Venier sacó la cara por ella como senador de Venecia y a final de cuentas logró librarla de toda acusación mientras su enfurruñada esposa gritaba de ira en casa. Pero los buenos tiempos habían finalizado para Verónica. La reputación del la poetisa cortesana estaba permanentemente dañada y cuando la plaga azotó a Venecia entre 1575 y 1577, sus rivales y enemigos que la envidiaban saquearon su mansión llevándose casi todas sus pertenencias. Su adorado Marcos Doménico Venier murió en 1582, dejándola como pobre viuda sin anillo y más perdida que una cúcala desarbolada. Acabó en la sección roja de Venecia donde habitaban en extrema pobreza las prostitutas arruinadas. Murió de desnutrición en 1591 a la edad de 45 años, y hay quienes juran que aunque muy delgada, aún lucía bellísima.
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