ROSA LUXEMBURGO, la Rosa Roja
Rosa Luxemburgo, conocida como la Rosa Roja, fue una mujer de sólidas convicciones y considerable inteligencia, cuyo papel resultó decisivo a la hora de establecer las bases teóricas del comunismo. Consagró su vida a la difusión de sus ideales a través de artículos de prensa, conferencias y discursos. En todos, se reveló como una brillante oradora y una apasionada agitadora social pero, sobre todo, como un perfecto ejemplo del nuevo papel que la mujer deseaba desempeñar en la sociedad. Había nacido en Zamosc, una ciudad de la actual Polonia, el 5 de marzo de 1871. Sus padres, de origen judío, se dedicaban al comercio maderero e intentaron dar a sus cuatro hijos una sólida formación. No tuvo una infancia feliz. Una malformación de cadera la obligó a guardar reposo durante largas temporadas y, ya de adulta, solía lamentarse de las interminables horas de soledad sufridas en su habitación, mientras oía las risas y el alboroto de sus hermanos en el jardín. Recuperada, aunque con la secuela de una cojera que la acompañaría de por vida, hacia 1880 se trasladó con su familia a Varsovia, donde ya pudo asistir de forma regular a un instituto en el que se graduó con un magnífico expediente académico. Fue durante esos años escolares, cuando despertó en ella una temprana vocación política que le hizo conocer muy pronto los riesgos de la militancia. Su pertenencia al partido polaco de izquierdas Proletariat, fundado en 1882, le valió una orden de busca y captura que la obligó a huir a Suiza. Matriculada en la universidad de Zurich, estudió a un tiempo filosofía, historia, política, economía y matemáticas. Decidida a volcarse en la consecución de sus ideales políticos, en 1890 se afilió al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Tres años después, en unión de dos correligionarios, Leo Jogiches yJulian Marchlewski, fundó el periódico La causa de los trabajadores. Por entonces, Rosa ya se había instalado en Alemania, si bien no consiguió la nacionalidad germana hasta 1898 cuando contrajo matrimonio con Gustav Lübeck. Durante sus años berlineses, colaboró activamente con el ala más radical del Partido Socialdemócrata Alemán. La experiencia le había concedido una extraordinaria seguridad en sí misma y una fe ciega en su credo político. Su habilidad retórica, la convicción con la que exponía sus ideas y su capacidad para el liderazgo fueron tan evidentes que la dirección del partido la nombró portavoz del mismo. Desde su cargo, emprendió una intensa campaña contra la posibilidad de una guerra que cada vez parecía más inevitable. Para ello, no cesaba de publicar incendiarios artículos en diversos periódicos europeos donde atacaba al militarismo alemán y propugnaba la significación de los comunistas contra la guerra. Convencida de la necesidad de derribar fronteras y hacer del proletariado una gran nación que no conociera más territorio que el de la clase a la que pertenecía, Rosa, en unión del socialista francés Jean Jaurès propugnó la organización de una gran huelga general en la que, en caso de declararse la guerra, debían implicarse todos los partidos obreros europeos. Insistió en ello cuando en 1914 el asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando de Austria desencadenó el estallido bélico. Es más, inició una intensa campaña a favor de la objeción de conciencia y llamando a la desobediencia civil contra la militarización. Pero lo único que consiguió fue una acusación de incitar a acciones contra la ley y el orden que le supuso un año de cárcel. El inicio de las hostilidades la sumió en una intensa crisis personal, pero también sirvió de crisol para que se concretara su compromiso definitivo: la formación, en unión deKarl Liebknecht, Clara Zetkin y Franz Mehring, de la Liga Espartaquista, denominada así por iniciativa de Liebknecht, quien firmaba sus escritos comoEspartaco, emulando al gladiador tracio que promovió la rebelión de los esclavos contra Roma. La Liga impulsó la organización de una gran huelga general, pero la proclama sólo consiguió que, de nuevo, Rosa volviera a dar con sus huesos en prisión. Allí se encontraba cuando estalló en Rusia el movimiento revolucionario de 1917. Como respuesta escribió una de sus obras más significativas, La Revolución Rusa, donde criticaba duramente la política bolchevique y avisaba del peligro de que pudiera acabar por ser el germen de un futuro régimen dictatorial. Cumplida la condena, el 8 de noviembre de 1918, Rosa Luxemburgo salió de la cárcel. Karl Liebknecht lo había hecho poco antes y estaba reorganizando las actividades de la Liga Espartaquista. Juntos fundaron el periódico La Bandera Roja, en uno de cuyos primeros artículos, Rosa reclamó la amnistía para todos los prisioneros políticos y abogó por la derogación de la pena de muerte. Poco después, tras finalizar la guerra y con el Káiser en el exilio, la Liga Espartaquista se unió a otros grupos socialistas y comunistas para fundar el Partido Comunista de Alemania. La iniciativa, sin embargo, fue contestada por el líder socialdemócrataFriedrich Ebert, que había formado un gobierno provisional, desde noviembre de 1918, tras la proclamación de la República de Weimar. Para reprimir lo que se calificó de insurrección espartaquista, Ebert desencadenó una política de terror policial, valiéndose de las organizaciones paramilitares fascistas conocidas como Freikorps.Apenas quince días después, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron asesinados. Él recibió un tiro en la nuca, ella fue golpeada hasta morir con la culata de un fusil y su cuerpo arrojado a un río cercano.
Mujeres de leyenda
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