La muerte de Jesús fue un crimen, un asesinato; fue la ejecución de un condenado injustamente por los opresores por haberse puesto de parte de los oprimidos, oprimidos también por la religión oficial.
La Fe sin compromiso no es fe aunque se vista de ropajes, capuchones, imágenes, procesiones, tambores y teatros
Todos los años vemos a muchas personas participar en las celebraciones de la llamada Semana Santa, sobre todo en procesiones, a las que a veces les damos un gran formato teatral. En cambio participamos menos en las celebraciones que tienen en si una mayor densidad y compromiso, y la deberían tener también en nosotros, y aquí está el problema, porque la fe sin compromiso no es fe, aunque se vista de ropajes, capuchones, imágenes, procesiones, tambores, etc. Lo que le sucedió a Jesús tenemos que traducirlo y aplicarlo a la realidad de nuestro tiempo. Reflexionemos un poco sobre esto:
1.-DOMINGO DE RAMOS:
Jesús recibe un homenaje popular de gente que lo aclama, pero no de todos. Lo recibe de los pobres y oprimidos en quienes despertó la esperanza, de los muchos enfermos que curó, de los hambrientos a quienes dio de comer. Pero a este homenaje se oponían furiosos todos aquellos a los que Jesús había denunciado: los fariseos, los sumos sacerdotes, los letrados.
Eran todos aquellos que vivían a costa de los demás, que se atreven a decirle a Jesús: “mándales callar”. ¿A quiénes debemos denunciar hoy? ¿Quiénes son y dónde están? Ya lo dijimos muchas veces: hoy están en los Bancos, en las Multinacionales (que solo tributan el 10 % de sus beneficios, y si gestionan sus ingresos a través de la SICAV, solo el 1 %), en el BM, en el FMI, en la OMC. Están en los políticos corruptos.
Están en los corruptores. Están en los ricos de los países pobres que, que confabulados con las multinacionales, despojan de sus bienes y de sus tierras a los pobres campesinos, como está pasando en muchos países de África y América.
2.-JUEVES SANTO:
Sin duda recordamos aquella escena en la que Jesús lava los pies a los discípulos. Este trabajo era propio de esclavos. Esto hizo Jesús: hacerse esclavo entre los esclavos para liberar a los esclavos. Y les dice: “Vosotros decís que soy el Maestro y el Señor, y decís bien. Pues si yo, el Maestro y Señor, os he lavado los pies ejemplo os he dado para que hagáis vosotros lo mismo. ¿Cuándo aprenderán y practicarán esto los de arriba? ¿Cuándo serán los más humildes y sencillos de todos? ¿Cuándo empezarán a ponerse en el último puesto, empezando por los jerarcas eclesiásticos que deberían ser los primeros en aprender de Jesucristo?
En aquella memorable cena donde la comida del cordero pascual recordaba la liberación del pueblo de la opresión y esclavitud de Egipto, Jesús sienta a sus discípulos y discípulas en torno a una misma mesa para compartir todos juntos una misma comida y un mismo pan.
Preguntas y compromisos para hoy:
En el mundo actual, y entre los llamados cristianos, unos ricos y otros pobres, unos bien vestidos y otros desnudos, unos con comida de sobra y otros pasando hambre, unos en casas bien dotadas y otros en chabolas, unos durmiendo en camas confortables y otros en la calle, unos con calefacción y otros pasando frío, unos con mucha ropa de sobra y otros con harapos, ¿eso es sentarse en torno a una misma mesa y compartir un mismo pan?
Seguro que Jesús invitó a aquella cena de despedida a sus discípulos y discípulas: ahora somos solo hombres los que consagramos el pan y el vino de la Eucaristía y nunca las mujeres: ¿eso es sentarse en torno a una misma mesa y compartir un mismo pan? ¿Jesús discriminó a la mujer de esta manera? No me cabe en la cabeza que Jesús hiciera semejante cosa. Esto fue y sigue siendo en la Iglesia una gran discriminación y muy injusta, que no tiene base ni fundamento doctrinal ni en la Biblia ni en la tradición. Solo es consecuencia del machismo ancestral y misógino de la Iglesia oficial.
Dimensión política del Mandamiento del Amor Fraterno:
En aquella cena compartida y eucarística Jesús por cuatro veces les dice a ellos y a ellas: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis un@s a otr@s”. Este mandamiento es el primer compromiso de toda Eucaristía. Toda Eucaristía es para amar más a los demás, sino no es Eucaristía. Ese amor tiene que traducirse en actos concretos de amor a la esposa, al esposo, a los hijos, a los padres, a los hermanos, a los abuelos, a los nietos, a los vecinos, a los compañeros de vida y trabajo, a los amigos y amigas, y sobre todo a los empobrecidos, maltratados y abatidos de este mundo. Ese amor tiene que traducirse en un compromiso inquebrantable con la justicia: es la dimensión política del mandamiento del amor fraterno.
Hoy hay muchas personas verdaderamente buenas en el mundo hasta el punto de exponer su vida por los demás, que viven austeramente para poder compartir algo con los más pobres (dinero, tiempo, trabajo), que les duele en carne propia el sufrimiento ajeno y luchan por curarlo. Estas están celebrando la Eucaristía cada día en el altar de la vida y desde ahí son dignas del altar del cuerpo y la sangre de Jesús. Solo las dos unidas es cuando son verdaderas y completas.
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