La mujer más vilipendiada del Renacimiento: Lucrecia
La leyenda negra de Lucrecia Borgia
Quizás una de las mujeres más célebres de la historia sea la hermosísima Lucrecia Borgia. Esta italiana es una amalgama de extrañas contradicciones: hija bastarda y amante de un papa, tía abuela del santo Francisco de Borja y hermana de uno de los criminales más pavorosos de todos los tiempos (César), y figura como el perfecto ejemplo de la mujer ilustrada del Renacimiento. Con el correr de los años, los historiadores han ido descubriendo que no era tan mala muchacha, pero no se puede negar que tenía sus «problemitas». Lucrecia Borgia vino al mundo un 18 de abril de 1480 en Roma, y era hija del español Rodrigo Borja (quien luego italianizó su nombre a Borgia) y de su amante Vanozza dei Catenei. Al momento en que Lucrecia nació, la relación ilícita entre el religioso y la mundana Vanozza ya venía a menos, pero de este nexo habrían de nacer cuatro hijos, entre ellos César. La niñez de Lucrecia habría de transcurrir entre sedas, lujos y muy buena educación, siendo protegida de Adriana de Mila, quien era prima carnal de Rodrigo Borgia y estaba casada con un señor muy linajudo. Cuando Lucrecia tenía 12 años, vio a su papá adquirir el nombre de Alejandro VI como sumo pontífice y según las malas lenguas con la mía a cargo del desfile, Rodrigo pudo asegurarse tan buen cargo comprando votos con su jugosa fortuna personal. A los trece años, Lucrecia fue casada por razones políticas con Giovanni Sforza, Señor de Pésaro. Sforza ya era un respetable cuarentón y la boda fue todo un acontecimiento en el Vaticano, ya que entre las que estuvieron presente se contaba a 150 chicas de las mejores familias de Roma, entre ella Battistina, la nieta del papa Inocencio VIII.Tras un año de vivir entre lujos en Roma, Sforza se llevó a su adolescente esposa a vivir a Pésaro, donde ésta bostezaba de aburrimiento más que un caimán verde en el sol. Lucrecia le fue con el chisme a su padre, y juntándose el hambre con las ganas de comer, Alejandro anuló el matrimonio en 1497 ya que Sforza tampoco le era muy útil a él. Sforza puso el grito al cielo, alegando que el matrimonio sí se había consumado vociferando que no padecía de impotencia, ya que deseaba conservar no solo a Lucrecia sino también su dote de 31 mil ducados, pero al final tuvo que ceder para no echarse de enemigo a su suegro. Poco después de su divorcio, el nombre de Lucrecia se vio manchado al haber susurros en cuanto a un affaire con el español Pedro Calderón. Se habló de que parió un chiquillo en 1498, y poco después Pedro Calderón apareció asesinado. Alejandro VI, preocupado por la reputación de su hija, la volvió a casar otra vez, tratando de congraciarse con el rey de Nápoles. Lucrecia acabó casada en segundas nupcias con Alfonso, príncipe de Salerno y Duque de Biseglia, y por cierto hijo bastardo del rey Alfonso II de Nápoles. En esta boda, el amor estuvo presente pues aunque todo comenzó como nupcias arreglada, los contrayentes se flecharon mutuamente al verse. Alfonsito era muy bien parecido, joven y sensual, y cuando se dieron el sí en junio de 1498, la dote de Lucrecia era de 41 mil ducados. Lucrecia tuvo un hijo de su adorado segundo marido, llamándole Rodrigo en honor al nombre mundano de Alejandro VI. Cuando Federico, hermano de Alfonso quien llegó al trono napolitano, se vio en buenas migas con los turcos, Alejandro VI decidió que Alfonso ya no era buena pareja para su hija y comenzó a intrigar para que Lucrecia le abandonara. En el verano de 1499 Alfonso huyó de Roma temiendo por su seguridad. Lucrecia fue enviada a Spoleto como gobernador, y el 18 de agosto de 1500 su marido fue asesinado por César Borgia bajo órdenes de Alejandro VI. Para entonces un anterior intento de asesinato ya había fallado. Lucrecia lloró a moco tendido a su adorable marido, pero su breve viudez fue el período en el cual nació su leyenda negra. En una orgía organizada en honor de Alejandro VI, quien a estas alturas del campeonato ya estaba sifilítico como consecuencia de sus correrías con prostitutas (cosa que no molestaba a su amante oficial Julia Farnese), Lucrecia rompió con el tabú del incesto. Ataviada solamente con una enorme máscara de plumas y pedrería y un collar perteneciente a Julia (la amante de su padre), su hermosa figura llamó la atención de otro enmascarado en la fiesta. No fue hasta que habían copulado que ambos se quitaron la máscara y descubrieron sus rostros: eran Lucrecia y su papá. En lugar de espantarse ante lo sucedido, padre e hija continuaron refocilándose. Reza la leyenda que Lucrecia dio a luz a un niño como producto de su sesión amorosa con papi, pero no existe registro del bautismo o de la existencia de este bebé aunque hubo abundantes rumores sobre el nacimiento del «infante romano.»Lucrecia para colmo en tres ocasiones asumió la gestión máxima de los asuntos eclesiásticos al ausentarse su padre de la Ciudad Eterna. Un 30 de diciembre de 1501 su papá la volvió a casar con fastuosa ceremonia en el Vaticano. Para que no perdiera la costumbre de decir Alfonso, su tercer esposo fue Alfonso D´Este, Duque de Modena y Ferrara, quien era apenas 4 años mayor que ella. Su dote esta vez era de 100 mil ducados, pagados por la Cámara Apostólica. Al llegar Lucrecia a Ferrara, la familia de su nuevo marido la vigilaba como cancerberos feroces, esperando encontrar un pelo en la sopa. El marido de Lucrecia al inicio la trataba con frialdad, pero ella supo ganárselo con mucha amabilidad y dulzura. Al morir Alejandro VI en 1503, Lucrecia quedaba en poder de los Ferrara, y cuando su suegro murió en 1505 Lucrecia se vio convertida en la Duquesa de Ferrara. Para entonces, ya la familia de su marido había aprendido a quererla. En 1512 Rodrigo, el hijo habido de su segundo marido, murió, dejando inconsolable a Lucrecia. En 1518 la madre de Lucrecia, Vanozza, murió ya siendo una respetable matrona. Pocos meses tras la muerte de su mamá, Lucrecia tuvo un breve devaneo con un pajecillo adolescente, y fueron grandes los apuros de ella al encontrar que estaba encinta. Dado que tenía meses de no compartir el lecho con su marido, Lucrecia tomó la decisión de librarse del embarazo pero tuvo tan mala suerte que se desangró a la hora de provocarse el aborto, muriendo un 24 de junio de 1519 en Ferrara mientras su afligido marido, quien nunca se dio cuenta del motivo real de su muerte, se rascaba la cabeza y lloraba a gritos. Tras su muerte, se difundieron rumores de su habilidad con los venenos y de aventuras incontables con amantes jóvenes en las cuales Lucrecia había participado. Sin embargo, se sabe que ella fue una mujer muy erudita en un tiempo en que las mujeres no teníamos mucho acceso a la educación, y a su hermosura y fabulosa libido se puede añadir que en sus últimos tiempos participó en numerosas obras de caridad.
Cecilia Ruiz de Ríos
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