El silencio
¡Qué difícil es encontrar un lugar, un instante, una oportunidad para sentir el silencio! Porque el silencio tiene un agradable sonido, una melodía en clave de paz. En nuestras ciudades se extiende como una pandemia el virus del ruido hasta convertirse en una necesidad.
Yo quiero promover un monumento al silencio en el centro de las plazas, a la vista de todos, para que no olvidemos la última razón por la que andamos los caminos de la vida. En todas las escuelas del espíritu ha de ser obligatorio la asignatura del silencio para que los niños descubran que la felicidad no es una carrera para hacer cosas son una actitud en luchar permanente para construirse a si mismos
Que no nos roben el silencio. Declarémosle patrimonio de la humanidad, una especie protegida a punto de extinción, una zona natural reservada, ates que el ruido lo asfalte todo con su implacable maquinaria de consumo.
Por allí, en las praderas aterciopeladas del silencio, el hombre se recrea y se serena y atisba el horizonte luminoso de sus pasos. Dios se abre paso sin cerrojo y el Espíritu aletea por doquier con alas silenciosas de mariposa. Allí, donde tiene su reserva el silencio, el pan huele sólo a pan y el agua lame silenciosa los cantos rodados del arroyo sin obstáculos que embalsan su libertad.
Vivir en silencio, pasar por la vida sin hacer ruido, es la melodía más hermosa que pueden escuchar los oídos del corazón. Guardar silencio, por favor, guardad silencio; no sea que dejemos de oír ese concierto de amor que con tanto virtuosismo interpreta la vida, cada instante sólo para nosotros.
(Alejandro FernándezBarrajón)