NAVIDAD, SIEMPRE NAVIDAD
La Navidad, como la Encarnación, es en su raíz un misterio de amor inmenso. Lo hemos repetido, tanto nos amó Dios que nos dio a su Hijo único. Tanto nos amó el Hijo que vino a ser Dios-con-nosotros, entregándose todo por nosotros.
En el rostro de Jesús aparece toda la bondad, la ternura, la misericordia, la filantropía de Dios. Jesús es el Dios que nos sonríe y nos dignifica.
No podemos celebrar la Navidad si no aprendemos esta primera lección. Porque Jesús no sólo nos amó, sino que nos contagió el amor, lo derramó en nuestro corazón por medio del Espíritu. Nos amó para que vivamos en el amor.
Un Dios que se hace hombre es un abismo de humildad. Pero es que se hace niño, se empequeñece hasta nacer de una mujer. Las mismas circunstancias del nacimiento son humillantes, desconocido, rechazado, marginado… Es un Mesías que nace en un pesebre, de familia pobre, que vive largos años en un pueblo insignificante. Cuando más tarde nos diga que nos hagamos niños, sabrá lo que eso significa.
No podemos celebrar la Navidad si seguimos siendo orgullosos y envidiosos, si queremos ser superiores a los demás, si buscamos el aplauso, si no aprendemos a servir, a bajar, a callar…
¡Tanta pobreza!
Dios se hizo pobre siendo rico. Vemos la familia de la que nace, la cuna en que nace, los medios de vida con que se sustenta. Fue pobre e hizo opción por los pobres, se acercó a los que sufrían y más le necesitaba.
Mal podemos celebrar la Navidad si seguimos con las mismas ambiciones. ¡Si hasta profanamos la Navidad con nuestras celebraciones consumistas y derrochadoras! Queremos celebrar el amor generoso de Dios y cometemos injusticia. Mientras no estamos dispuestos a despojarnos, a compartir, a hacernos pobres, no podemos celebrar la Navidad.
¡Y la paz!
La paz es el perfume de la Navidad, el gran regalo que nos trae Dios del cielo: “Paz a los hombres con mucho amor”. El Mesías es un niño desarmado. Rechaza la violencia. No viene a condenar, sino a salvar, En él Dios y el hombreasen las paces definitivamente, se abrazan con abrazo sustancial. Su misión es la de reconciliar a todos los hombres, hacer de todos los pueblos una ngran familia, todos hijos y hermanos.
No podemos celebrar la Navidad mientras guardamos algún rencor, mientras no perdonemos las deudas, mientras no queramos saber nada con el hermano. El que vive la Navidad será un no-violento y pondrá todo su empeño en construir la paz.