Una sombra eficaz-Martha Freud
En 1882, Sigmun Freud era un estudiante de Medicina de veintiséis años que apenas prestaba atención a las mujeres, pero todo cambio una tarde cuando vio a una joven tímida y menuda, Martha Bernays, acompañando a sus dos hermanas solteras. El flechazo fue inmediato, y a las pocas semanas Freud le pedía ya que se uniera a él. Martha era hija de una culta y severa familia judeo alemana, empobrecida a raíz de la temprana muerte de su padre. Una situación difícil para una chica: la falta de dote era entonces decisiva. La pareja se comprometió en secreto, aunque la madre de Martha a punto estuvo de romper ese vínculo al decidir regresar con sus dos hijas a Wandsbeck, cerca de Hamburgo, su ciudad natal. Permanecieron separados cuatro años hasta que Sigmund reunió el dinero suficiente para afrontar el matrimonio con su pequeña princesa, frágil y obediente, a la que escribía un millar de apasionadas cartas desde Viena durante la larga y apremiante separación.
Sabemos que la intensa dependencia emocional que Freud sentía hacia Martha se desvaneció muy pronto, una vez casados. Los hijos sucesivos, las responsabilidades asumidas por el matrimonio, las reservas sexuales de la pareja -(ambos habían sido educados en un estricto judaísmo-) y el peso que el trabajo tenia en el fundador del psicoanálisis fueron circunstancias que actuaron como eficaz separador. Ella se volcó en la administración de la casa y el cuidado de los hijos. Mantenía un férreo control sobre sus propios deseos, de modo que una vez casada ni siquiera se permitía el placer de leer para si misma. Estaba tan preocupada por tener una casa impecablemente limpia que llevaba una jarra de agua caliente a la mesa con una servilleta de más para poder quitar de inmediato cualquier mancha que pudiera producirse en el mantel. Regaba las flores siempre a la misma hora porque decía que era importante.
EL problema fue que mientras Martha se centraba en ser la perfecta administradora y el sostén doméstico que su marido exigía, Freud disfrutaba de la sobremesa con las conversaciones que mantenía con su cuñada Minna (que vivió casi siempre con ellos) y mas adelante con su querida hija Anna. O bien acostumbraba a viajar solo, con frecuencia a Roma. Por no hablar de las intensas relaciones de Freud con sus colegas y discípulos. Cuando Martha, después del sexto embarazo casi consecutivo, le expuso su agobio físico y emocional, Freud tomo nota del malestar de su esposa y optó, prácticamente, por suprimir las relaciones conyugales.
El matrimonio se mantuvo firme durante cincuenta y cuatro años, hasta la muerte de Freud en 1939, pero el dominio que el gran pensador ejerció sobre Martha desde el principio de su relación no dejo espacio para una verdadera relación sentimental. Con los años ella se convirtió en una esposa meramente formal, mientra que era su hija Anna quien desplazaba a la madre como interlocutora e intermediaria del gran pensador con el resto del mundo. Martha murió en 1951, a los noventa años.
De el T. de las Mujeres