Lo que las fantasías sexuales revelan de ti
A Marta le gusta disfrazarse de sultana, Carmen fantasea con hacerlo con un desconocido, Carlos siente debilidad por los tacones de aguja... ¿Qué papel juegan en nuestra vida estas "caricias del cerebro"?
Desde pequeña tengo el recuerdo de fantasear sobre cosas sexuales. Por ejemplo, tras ver alguna película subida de tono, sentía un hormigueo y me gustaba imaginar que me besaban y me tocaban así", cuenta Silvia, de 32 años. "Cuando hago el amor con mi marido imagino que estoy en brazos de un desconocido con el que no he cruzado palabra. Esto me excita muchísimo y hace que el orgasmo llegue antes", confiesa por su parte CarolIna, 43 años.
Los especialistas llaman fantasía sexual a este tipo de comportamiento. Todos, en mayor o menor medida, las hemos tenido- "más del 95 por ciento de las personas, sean hombres o mujeres fantasean con el sexo", señala Georgina Burgos, autora de Proyecto Tabú-, y lejos de ser consideradas perversiones, muchos ven en ellas un estímulo para el amor, como señala Elena Crespi, psicóloga: "Nos aportan un enriquecimiento de nuestra sexualidad: la curiosidad necesaria para afrontar sensaciones nuevas; nos permiten sentir cosas que en la realidad no desearíamos cumplir, y aumentan nuestra excitación y nuestro deseo sexual".
Pueden surgir de forma espontánea o como resultado de algún estímulo externo. Se procesan en el cerebro, que es nuestro mejor aliado sexual, pero su potencia va más allá de la mera representación sexual, como sostiene la especialista consultada.
En unA pareja establecida, sus miembros se vuelven más lúcidos, más audaces. Como si estuviesen bajo los efectos del alcohol, tal y como cuenta Lucía, de 32 años: "Hablar haciendo el amor, evocar situaciones imaginarias, es para Alfonso y para mí un potente afrodisiaco y una forma de romper la rutina". Casada desde hace tres años, muchas veces se imagina disfrazada de enfermera o sultana de un harén. Las fantasías permite ampliar el placer, ir más lejos en la sensación, tener una sexualidad más creativa. Compartiendo este tipo de secretos se refuerzan los lazos de intimidad.
Superar prejuicios
En ocasiones, las fantasías sirven para superar miedos o prejuicios, como le sucede a Samantha, de 34 años: "Tengo la misma fantasía desde los 8 años: un grupo de soldados me atan a la fuerza. Esta fantasía -la de que me aten- tengo que llevarla a la práctica, porque sin ella, para mí el sexo carece de interés, me siento como un pedazo de carne". Las personas que son muy inhibidas ante el placer, se sienten aliviadas cuando imaginan que se le administran a la fuerza, señalan los especialistas. Esto sucede cuando la educación recibida ha sido muy estricta. "La fantasía te permite cierta liberación, como el intentar planificar las situaciones temidas, y te da la oportunidad de probar nuevas sensaciones, aunque no las vivas realmente", explica Elena Crespi.
Muchas fantasías nos ayudan asimismo a tapar un problema de autoestima y de falta de confianza en uno mismo. Imaginar que una es una bailarina de striptease y que baila de forma sugerente delante de un público masculino que la desea, o que nuestro vecino nos espía con prismáticos mientras nos desvestimos lentamente son algunos ejemplos de personas que necesitan reafirmar su narcisismo. "Para ellos, este público representa al otro del que esperamos recibir aprobación", sostiene la psicoanalista Sofía Cadalen.
¿Contarlas o callarlas?
Un reciente estudio de la Universidad de Granada, dirigido por el doctor en Psicología Juan Carlos Sierra, pone de manifiesto la importancia de las fantasías sexuales como uno de los factores que explican la presencia o la ausencia de deseo sexual en las personas y descubre, además, diferencias en la influencia que ejercen en hombres y mujeres: "Hemos encontrado que en el caso de los hombres las fantasías no siempre tienen un efecto positivo sobre la vida sexual", explica Sierra.
En el caso de las mujeres, en cambio, el deseo sexual ha demostrado ser más complejo que el masculino: "La ansiedad es el factor más influyente en su deseo sexual, y en segundo lugar se sitúan las fantasías sexuales íntimas con una pareja amada", explica el doctor Sierra. En resumen: aunque las fantasías eróticas se consideran positivas, algunas, debido a su contenido, generan malestar. De ahí que surjan el gran interrogante: ¿hay que imaginarlas o vivirlas, callarlas o contarlas?
"Hablar de ellas es ya pasar al acto -observa Sofía Cadalen-. Por eso es mejor confiar nuestras fantasías a alguien que pensemos va a estar dispuesto a compartirlas con nosotros. sino, se corre el riesgo de no ser nunca realizadas, que es lo de menos, pero que pueden angustiar al otro, incluso inhibirlo. Por eso, lo mejor, si se quiere hablar de las fantasías que tenemos, lo más adecuado es hacerlo con sutilidad, evitando al principio hablar de nosotros y evocando mejor un libro o una película que nos haya podido turbar. Si la corriente pasa y el otro reacciona positivamente, entonces se puede pasar al acto".
PATRICIA PEYRÓ