Navidad significa nacimiento,
y el símbolo de la Navidad es una estrella,
una luz en la obscuridad
que sirvió de guía para encontrar al salvador.
No veamos más esta estrella fuera de nosotros,
sino brillando en nuestro cielo interno y aceptémosla
como símbolo de que ha llegado el tiempo del Cristo;
el tiempo de reconocer nuestra verdadera identidad.
Dentro de cada uno de nosotros existe un Salvador
que conoce nuestra totalidad,
nuestra esencia.
Es una sabiduría innata que,
si la utilizamos como una guía,
nos conducirá siempre a experiencias de paz,
armonía y amor.
Es algo muy especial que está en todos y es para todos.
Si no sacamos el mayor provecho de ella
es sólo porque no la podemos entender
y mucho menos aceptar.
Esta esencia en nosotros es la que conoce nuestra totalidad
o nuestra santidad.
Pero como un amigo fiel,
no llegará a donde no se ha le ha invitado.
Por lo tanto,
vamos a comenzar nuestras fiestas navideñas
abriéndole la puerta a este invitado tan especial.
No temamos abrirle la puerta y recibámosle sin expectativas.
El sabrá orientarnos,
sin equivocarse y nos traerá regalos
que no podremos encontrar en ningún lugar del mundo.
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