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EL RINCON DE CELE: DESDE CONSTANTINO AL DESCHINCAQUE
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De: cele19331 (Mensaje original) |
Enviado: 10/09/2012 14:08 |
Desde Constantino al deschincaque
LOS ESTRAMBÓTICOS EMPERADORES DE BIZANCIO
Cecilia Ruiz de Ríos
Uno de los períodos más fascinantes de la historia europea abarca al Imperio Bizantino, el cual nació de las últimas brasas del imperio romano para llegar a alcanzar una llama fenomenal que solamente se apagó a mediados del siglo XV cuando Mehmet II el Conquistador llegó a ponerle punto final en nombre del Islam. Algunos de los emperadores bizantinos fueron personajes como para poner los pelos de punta a cualquiera, independientemente que afirmaban ser muy cristianos.
Constantinopla, la ciudad que era el asiento del poder de este imperio, se formó cuando Constantino I, hijo espurio del gran general Constancio y Helena( una ex mesera convertida en santurrona) decidió abandonar la idea de revitalizar Roma y fundó dicha urbe con su propio nombre. Constantino se pudo afianzar en el poder tras haber tenido una gran victoria sobre su rival Magencio al derrotarle en el puente Milvio, supuestamente triunfando en el nombre del dios cristiano. Constantino afirmaba haber visto una especie de cruz de luz en el cielo(muy distinta a la que adorna la canción testimonial Cruz de Luz que hizo Daniel Viglietti refiriéndole al padre Camilo Torres), y aprovechó de que el cristianismo se estaba poniendo de moda para utilizarlo para sus propios fines políticos. Constantino sin embargo no fue un modélico cristiano manso ya que hizo ejecutar a su propio hijo Crispo tras descubrirle algunos trapitos bien sucios, y el mismo Constantino no se bautizó como cristiano hasta que estaba en el lecho de muerte. Pero gracias a él, los cristianos dejaron de ser el almuerzo oficial de los leones y se acabó su persecución...o al menos por un rato. Ya para el año 361 de la era cristiana, llegó al poder un emperador bizantino llamado Julián, apodado el Apóstata pues no gustaba del cristianismo. Julián renegó de todo lo que Constantino I había hecho por el cristianismo, pero tuvo triste y aparatoso final cuando se metió en una batalla contra el Imperio Sasánida y una lanza le atravesó el hígado dejándole como brocheta cruda con patas. En el año 378 de la era cristiana tomó la rienda del poder Teodosio el Grande, quien además de ser pomposo y levantar la famosa columna de Teodosio en el casco urbano de Constantinopla, era tan celoso cristiano que prohibió que se llevaran a cabo los juegos olímpicos que databan desde tiempos de la antigua Grecia, ya que consideraba que se ofendía el culto a Jesús con tales “juegos que loaban a dioses paganos.” Esta prohibición sería un golpe casi mortal contra el deporte, y los juegos no renacerían hasta que a pocos años de la entrada del siglo XX un francés los resucitara!
En el año 524 llegó al poder el sobrinito del emperador Justino:Justiniano. Justiniano I era sagaz político, pero en sus cálculos jamás entró el pasar a ser el protagonista de una de las más tiernas y escandalosas historias de amor de todos los tiempos cuando conoció a la ex cirquera y meretriz Teodora. Obviando la prohibición de casarse con mujeres de baja estofa, Justiniano ató esponsales con su valiente y hermosa plebeya, y Teodora llegó a compartir el poder y el trono con él a tal punto que cuando se dio la rebelión Nika, fue ella la que le insufló valor a Justiniano y así pudieron conservar el trono. Teodora, sin olvidar sus pobres orígenes, legisló a favor de los necesitados de Constantinopla antes de morir de cáncer, dejando al pobre Justiniano I como cúcala desarbolada.
En el año 797 uno de los monstruos más atractivos de la historia trepa al poder cuando la emperatriz Irene logra asir el trono para ella sola tras la muerte de su marido. Bajo la tutela de esta bellísima pero ambiciosa mujer está el hijo suyo, Constantino, a quien hizo cegar para que no pudiera ser ungido como emperador. La seductora Irene, sedienta de poder, quiso contraer nupcias con el hermoso y poderoso Carlomagno de Francia, pero el primer sacro emperador romano se le corrió como alma que lleva el diablo al conocer de sus torticerías. En el año 802 Irene fue derrocada, pero irónicamente la iglesia ortodoxa reconoce a esta señora como santa aunque para muchos solo fue el mejor ejemplo de pésima madre. Y hablando de monstruos crueles, en el año 976 llegó al trono Basilio, más conocido como Bulgaróctonos (matador de Búlgaros). Este sanguinolento mandamás se dio tremendo baño de infamia cuando agredió a los búlgaros y luego de vencerles, cometió las más espantosas atrocidades con los vencidos, yendo desde la mutilación, evisceramiento, castración y finalmente genocidio de los soldados derrotados. Entre las barbaridades que hizo con los soldados fue cegarlos, dejando solo a uno entre cien con un solo ojo para que pudiera guiar al resto de ciegos a casa. Cuando los mutilados combatientes regresaron, el gobernante vencido se vio tan impactado por la grotesca escena que se murió ahí mismo de un fulminante ataque echando espuma por la boca.
Otro de los episodios más violentos de la historia bizantina se dio al inicio del siglo XIII, cuando un pariente pobre de la dinastía Angeli, Alexis Ducas Murzúfulo, logró defender la ciudad de Constantinopla cuando fue asediada por los “cristianos” de la cuarta cruzada en 1204. Estos cristianos cruzados venían azuzados por el granujiento Enrique Dándolo de Venecia, quien los instó a saquear Constantinopla como entremés antes de irse a la Tierra Santa. Durante el sitio de la ciudad, Murzúfulo logró hacerse al poder cuando su suegro Isaac III y su cuñado Isaac IV dieron el cobre al mostrarse como perfectos cobardes. Murzúfulo acabó mal cuando los cruzados se arrogaron el derecho de juzgarle por haber derrocado al anterior emperador. Murzúfulo acabó siendo lanzado al vacío desde la columna de Teodosio hacia una horripilante muerte, siendo su cadáver lamido por los gatos que en vida él insistía en tratar como chiquillos albergándoles debajo de una capa de piel. Aunque nunca fue canonizado, los amantes de los miaus le recordamos con particular ternura.
Bizancio habría de encontrar su día final al terminar mayo de 1453, cuando las huestes del sultán otomano Mehmet II el Conquistador se dieron a la tarea de acabar con las defensas de la ciudad tras un largo sitio. El lloriqueante emperador a quien le tocó ver el fin de Bizancio fue Constantino XI Dragazes, y con la caída de Constantinopla en manos de los turcos, uno de los imperios más luminosos, pero a la vez corrupto, de la historia tocó su campanada final. El nivel de riqueza alcanzado por los dizque cristianos de Bizancio fue impresionante, y como prueba de ello Constantinopla, rebautizada Estambul por los osmanlíes, es una de las ciudades más fascinantes del mundo. Algunas costumbres de Bizancio fueron copiadas por otros imperios, entre ellas la de tener eunucos por esclavos. Los osmanlíes asimilaron esta bárbara costumbre que se practicaba en nombre del cristianismo. La expresión “decadente y corrupto” como un emperador bizantino se sigue aplicando a nuestros políticos actuales, aunque ninguno de ellos haya llegado a la magnitud de monarcas como Teodosio, Justiniano o Constantino I.
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