Dejas que el viento enmarañe
tus cabellos mientras te invade el frío
y el zumbido del motor
de la lancha comienza a palpitar en tu cabeza.
Dentro de ti ya se siente fluir toda esa naturaleza
que traes inhibida por la ciudad,
el estrés,
los etcéteras cotidianos
que se esfuman cuando por fin pisas tierra en ese lugar
que los antiguos llamaron Piedras Verdes
y que te comienza
a transmitir su color con un extraño hechizo
que hay escondido en todos sus rincones,
en su alfombra viva de vegetación
e insectos que vas despertando al pasar,
en sus musgos de diferentes colores,
en su convivencia de vida y verde. Paseas y no puedes más que irte sorprendiendo,
ya empapado por la lluvia
que a pesar de todo es amable,
escurres todo el mal
y te vas lavando el gris para reemplazarlo por verde.
Sabes que por una vez en la vida debes dejar
que el mundo te enseñe de lo que es capaz,
de la belleza que existe en la vida misma y
del cual tratan de apartar el camino de esta humanidad. No te molestes si todo termina de repente,
ni cuando ya de regreso en tu cabeza todo sean manchas verdes
como de acuarela y lluvia terca que cae sin más,
mejor ocúpate de los bloques de sólido concreto gris
que te han enseñado a repetir de memoria,
o quizás también te animes
a encontrar el resplandor verde que siempre queda.
Julio Cortazar
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